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lar se organizaban veladas y se daban con–
ferencias cientficas.
Esos días de locura, congregaban para
el vicio en las ferias jujeñas, a gentes de
las demás provincias del norte y en espe–
cial de la vecina República de Bolivia; y,
entre esos seres que marchan a l borde
de la anestesia moral, iban también al–
gunos mercaderes de buena f é, ginetes
y
viajeros llevados por la novedad del co–
mercio, pues creían seguro su negod0 en
ese ambiente de derroche y de placer se–
mi salvaje.
Feli1mente, compenetrados los poderes
públicos de la provincia, de la necesidad
de reprimir el vicio, dieron fin con las
tradicionales ferias que, por otra parte, no
tienen razón de ser, en donf! P- el comercio
civilizado, constituye una
forili
p erma·–
nente.