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frente a la cual el banquero hablaba sin
cesar incitando a las apuestas. Las manos,
tendidas a cada instante aprisionando con–
vulsas el billete o la moneda
y,
el movi–
miento de oleaje det pequeño grupo que,
con la mirada fija en el rodar de los da–
dos, "palpitaba" el azar o la fortuna, se–
mejaban a la distancia una reunión de
conspiradores tramando algún complot a
media noche, a la mortecina luz de un
candil.
A pocos pasos de allí, "la fonda", casi
al aire libre, sentada a sus rústicas mesas
los "comilones" de asado
y
de chorizo con
picante. El chirrido del delicioso manjar
criollo que se tostaba en la parrilla de la
improvisada cocina a la intemperie
y,
el
humo denso saturado de un olor de gra–
sa quemada, constituían el mejor 13.periti–
vo para aquella gente que, entre su in–
contenida alegría, golpeaba las mesas a
puñetazos, riendo a carcajadas de los
cuentos
y
anécdotas que referían en len–
guaje grueso.
Los curiosos se divertían a su modo,