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- 2á -

suelta o bebiendo el

refresco

que habían

adquirido en calidad de obsequio.

Cuando los vapores del alcohol y el can–

sancio de cinco o seis horas de constante

gimnasia daban en tierra con los baila–

rines y 1-os músicos, todos, en confusión in–

descriptible, oliendo a sudor y , sin distin–

ción de sexo, edad ni parentesco, yacían

en el inmundo piso convertido en un char–

co de bebidas y de toda clase de desperdi–

cios.

A la inafiana siguiente, el velo del olvi–

do caía sobre lo de la noche anterior y,

como si no se hubieran conocido jamás,

disipados los vapores del alcohol, cada cual

t omaba su camino. El guaso, por regla

general, se dirijía a la primera casa de ne–

gocio para reponer el sombrero que había

p erdido durante la "noche de farra".

Qne distinto era en esos días la Tabla–

da, de lo que quedaba de la acequia al Sur!

Aquellas ferias parecían otro pueblo: la

barbarlé, junto a la culta ciudad de Ju–

juy, junto a la pequeña capital del Norte,

en cuyo teatro y en cuya biblioteca popu-