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de la Frontera. En un reducido espa.·
cio, la naturaleza ha condensado todas sus
bellezas: montafias y barrancas de lujoso
pedrerío; lomas cubiertas de vegetación;
corrientes cristalinas saltando graciosa–
mente en su lecho rugoso y multicolor;
allá, al pié de la loma que la resguarda de
los vientos, la minúscula planchada en la
que, se alzan coquetamente las económicas
construcciones que un atrevido concesiona–
rio ha levantado para hotel; y frente a to–
do esto, el grueso chorro de agua caliente
que brota de las peñas.
Sclo faltan allí, el decorado salón de
fiestas y la lujosa casa de juego, en donde
la
hui~u.nidad
da rienda suelta a las pa–
si.ones del alma, en donde el vicio, que
viste guante blanco, enferma el espíritu
y el cuerpo en esas prácticas sociales, que
contrastan con la vida sencilla que da fuer–
zas y alegrías.
Las aguas termales de Reyes, se mez–
clan con otras de vertientes frías que tie–
nen también propiedades curativas y, al
confundirse con las del arroyo Guerrero