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bordara en las cristalinas aguas que salen
de sus entrañas.
Para los lugareños, esos peñascos tie–
nen algo de sagrado. Cuentan que la Pa–
cha Mama posó un día su mirada de fue–
go en las montañas
y
que al fundirse las
rocas "allá abajo" hirvió también el agua
que sale caliente aún a la superficie de la
tierra para que puedan bañarse en ella los
poseídos del espíritu del mal. Y, dicen que,
esto es tan cierto que muchos paralíticos
han recobrado su perdida energía después
de varias inmersiones, antes de "las cuales
efectuaron la consabida ofrenda a la ma–
dre de los cerros.
Esta ofrenda, consiste en enterrar al
pié de Ja montaña, un poco de coca
y
"llic–
ta" que ha sido abundantemente regada
con alcohol.
La superstición, obra en casi todos los
actos de la vida del indio,
y
aún de algunas
personas medianamente instruídas, todo
por efecto del ambiente
y
de las tradicio–
nale.s }('yendas que suelen constituir el te-