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esos pueblos que, según la histor1a, vivie–
ron muchos siglos alejados del resto del
mundo para reingresar retardados en la
corriente de la civilización.
El "tata cura" que, por penitenci a o· roí–
clo
por el hambre se ve obligado a encargar
se de esa parroquia, tiene que pasar las de
Caín , pues los trescient os fi eles de Tum–
baya, no peca n por excesivamente genero–
sos
y
los escasos r ecursos conque se cuen–
ta
~lli
a du ras penas, son el tribut o de la
inconsciente caridad de a lgún veraneante
de las inmediaciones, o de a lgún turista
que paga a precio de oro s u relativa como–
didad.
Cuentan que, cierto cura que allí vivía
en esa s condiciones, cansado de luchar sin
res ultado alguno, aba ndonó una noche la
población, camino de Jujuy
y
que, al des–
pertar los tranquilos
y
apáticos tumbayen–
ses , a la mañana siguiente, ha llar on en la
puerta dE. la iglesia, cla vado con un puñal,
un papel con el siguiente mensaje:
"Adiós Tumbaya la bella
"Monte sin leña