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vencimiento de que las arenas auríferas
de solo ese pedazo del Norte Argentino,
tienen oro suficiente para cubrir a todo
el país, con sus incalculables riquezas.
Esas minas, que esperan maquinarias
y
brazos para entregar sus inagotables te–
soros, se explotan, pero en escala ridícula–
mente reducida
y
con elementos muy pri–
mitivos, lo que no impide que en ellas se
hayan labrado ya algunas fortunas.
Entre otros el señor Estopinan, criollo
de La Rinconada, se estableció con su ca–
sita de negocio y, en poco tiempo, cuan–
do las privaciones
y
los esfuerzos reali–
zados le dieron la pequeña mina Santo
Domingo, hizo su fortuna y aseguró para
siempre el bienestar de los suyos.