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no que viste pantalón y chaqueta, someti–
do a las leyes de los demás hombres, y
sin tener siquiera el derecho de conser–
var pura la poética religión de sus abue–
los, porque la primitiva leyenda de los
"Hijos del Sol" ha sido adulterada, mez–
clándose en el culto del astro Rey y de la
Pacha Mama, la adoración a su manera
de muy contados santos del catolicismo
romano. Sabe de un Dios, que en un día
muy lejano, fué crucificado por la huma–
nidad y adora a su modo a San José y la
Virgen Madre ; rinde culto al patrono del
"Pueblo Grande" y al de su aldea; no hay
para él otra autoridad eclesiástica efecti–
va que el cura de la parroquia vecina, o
el sacerdote ambulante que de tiempo en
tiempo recorre la campaña, bendiciendo es–
tampas y oficiando misas; no tiene la me–
nor idea de los ca rdenales, ni del Sumo–
Pontífice; sólo ha oído decir alguna vez
que, "el tatai" o "tata cura" depende a
su vez de otra autoridad superior: "el
señor obispo" a quien no tiene ningún in-