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rece decir: toma mi vida y mis haciendas,
si te son necesarias para el bien tuyo y de
los demás hombres.
E sa bondad, es en parte hij a de la su–
perstición : su Dios les manda, y ellos son
mansos y generosos con los amigos de su
Dios; pero hay solo un ser en la creación,
para el que la bondad tiene su límite, para
quien está destinado el rol casi de esclavo
y de quien cuidan como de su mejor bes–
tia de carga : es la mujer.
' El marido es el amo y señor con de–
rechos de verdugo, que castiga a la per–
jura, cuando el Sol o la Pacha Mama des–
cubren la infamia.
E l indio, marcha siempre a pié por la
red de caminos y senderos de la monta–
ña; y al pasar por frente de la primera
apacheta del trayecto, se detiene para
arrojar allí el bocado de coca que masti–
ca, invocando a la Pacha Mama para que
"la tierra no le agarre los piés". Si el
"acullico" se ha adherido al montículo de
adobes o de piedras que constituyen el cu-