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todas, y sin que ello signifique rechazar,
ni mucho menos, la intervención del ex–
tranjero, sigamos su ejemplo en el traba–
jo metódico, sumemos nuestras actividades
a las suyas y, así propenderemos al en–
grandecimiento de la Patria y a la rique–
za común, en la seguridad de que, esos
mismos extranjeros, felices en nuestro
suelo, se sentirán también tan argentinos
como nosotros, haciendo de esta tierra la
patria de sus hijos.
Dejemos un momento las borateras, y
fijemos la atención en las montañas que
rodean la altiplanicie. Allí están los ricos
filones de oro, plata, hierro, cobre, estaño
y plomo, que la mano del hombre no ha
tocado <tún, por que ha cerído, que no po–
dría vencer las dificultades, que la pacho–
rra criolla conceptúa superior a sus fuer–
zas.
Regresemos a la Quebra da de Humahua–
ca, y por ella sigamos hasta Abra Pampa.
A este punto converjen los caminos de La
Rinconada, Cochinoca, Santa Catalina y