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ciales espafí.oles del tiempo de la conquis–
ta.
Cuenta esta leyenda, que "hace ya mu–
chísimos años - quien sabe cuantos"–
el cura que oficiaba las misas de difun–
tos en la iglesia del Cementerio, tenía co–
mo pupila a una hermosa joven indígena
que destinaba como esposa para uno de
los fieles y trabajadores lugareños.
Un blanco, prendóse de la belleza de la
dama y la requirió de amores inutilmen–
te, negativa que le exasperó, hasta el ex–
tremo de ·jurar venganza.
Impuesta la Pacha Mama de tan ne–
gros propósitos, sacudió la montaña en
una noche en que la tormenta se desenca–
denó furiosa, volteando la cruz que ador–
naba la torre de la iglesia.
El cura, asustado, huyó con la joven,
desapareciendo en las tinieblas.
El siguiente día, el hombre blanco no
se hallaba por ninguna parte y solo
f
ué
encontrado el cadáver del sacerdote con
el hábito hecho girones, junto a una se-