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de la Iglesia de Santa Bárbara, junto al
Cementerio, como mudo testigo de una
civilización que se extinguió con los años.
Esas ruinas, tienen también su histo–
ria y su leyenda. Esas ruinas que comple–
mentan la poesía del cuadro que se do–
mina desde los alrededores del pueblo,
están allí como en son de protesta por la
acción destructora de ese pretendido pro–
greso que muchas veces ahoga, con la vi–
da mecánica, los sentimientos más puros
de lo que ha sido fuente de paz para el
alma.
He oído hablar muchas veces de aque–
lla derruida torre y he procurado siem–
pre recoger su verdadera leyenda; pero
hay en los diversos relatos, contradiccio–
nes tan extrañas que desalientan.
La que me parece mas de acuerdo con
las creencias y costumbres de los indios,
se refiere a un cura y aparecen en ella
una
J(
'en india y un guerrero blanco,
que debe ser, sin duda, alguno de los ofi-