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pultura cuya tierra h abía sido removida
por mano misteriosa.
Al año justo, la Pacha Mama termina–
ba su venganza: esa noche, se oyeron des–
de el pueblo, los chasquidos del látigo con
que la madre de los cerros azotaba el a l–
ma del asesino y raptor, cuyos gritos de
dolor y de espanto llenaban el espacio.
La torre, había s ufrido un nuevo des–
perfecto, rajándose también las paredes
del templo. Un nuevo sacudimiento de las
montañas, puso fin a tan extraños suce–
sos .
Desde entonces, nadie ha osado frecuen
tar ese paraje durante las horas de la no–
che. De tiempo en t iempo, .la Pacha Ma–
ma, que también cuida de la paz de los
muertos, ronda con " la farola" alrededor
de la ruinas .