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BOCETOS HISTÓRICOS
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en el país las diferencias de territorio
y
población, los legis–
ladores, prescindiendo de la Geografía
y
de las razas,
y
pro–
clamando la unidad
y
el centralismo, preclamaron tácitamen–
te que Lima era el
P~rú.
Desde este momento Lima imprime el sello a la agrupa–
ción. La vida política
y
social se marca desde este centro,
y
las provincias viven de una imitación servil;
y
como las dis–
tancias alejan a los pueblos,
y
los accidentes del territorio
dificultan la rapidez en las comunicaciones
y
r eoJación de las
ideas, la influencia de la ·capital llega demasiado tarde a las
provincias;
y
así, gustos
y
aficiones que en Lima han enveje–
cido, entusiasman en los pueblos de la serranía; cuando las
gentes retornan al centro. traen una moda
y
una literatura
exótica
y
chabacana ..... Lima, punzante en sus dichos, pers–
picaz en su concepción, con
oJa
malignidad de su crítica fina
y
aguda como un puñal florentino,
y
la gracia inimitable de
adjetivación, ha guardado para la gente de allende los An–
des, menosprecio implacable,
y
ha hecho del serrano un tipo
de pesadez de ingenio
y
de rutina, elemento étnico inferior
y
manejable, de espÍiitu recórndito
y
doblado. Así ha marcado
diferencias profundas entre hermanos,
y,
sin quererlo, ha si–
do un obstáculo para la formación de la unidad étnica
y
la
conciencia nacional.
Sin embargo. las nuevas ideas. las reformas liberailes,
la pureza administrativa
y
gubernamenrtal y
la patria,
se im–
ponen lentamente. En el mundo moral como en el biológico,
pocas generaciones bastan para· borrar los caracteres da una
raza inferior, y para imprimir el sello de mejores ideas, cuan–
do éstas luchan con falc:;os principios de cultura. A este fatal
desarrohlo progresivo ha venido a reforzar el cataclismo
histórico del 79. Después de la derrota es ha comprendido ya
la inutilidad del ideal conservador
y
godo, las consecuencias
funestas del pecado
y
la inconciencia.
y
se ha predicado el
arrepentimiento. P ero no basta hacer ver lo horrendo de la
falta
y
el ¡:eligro de la nueva caída; hay que mostrar el pre–
cepto y fijar el modelo, y para mí, modelo y precepto se ha–
llan en el valor de nuestro pasado. Todos sabemos quiénes son
los apóstoles en esta reforma, se les puede contar con los de–
dos; por lo mismo, hay que escucharlos, pues que sus voces
amenazan perderse en la algarabía de los que, como el Poli-