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BOCETOS HISTÓRICOS

345

en el país las diferencias de territorio

y

población, los legis–

ladores, prescindiendo de la Geografía

y

de las razas,

y

pro–

clamando la unidad

y

el centralismo, preclamaron tácitamen–

te que Lima era el

P~rú.

Desde este momento Lima imprime el sello a la agrupa–

ción. La vida política

y

social se marca desde este centro,

y

las provincias viven de una imitación servil;

y

como las dis–

tancias alejan a los pueblos,

y

los accidentes del territorio

dificultan la rapidez en las comunicaciones

y

r eoJación de las

ideas, la influencia de la ·capital llega demasiado tarde a las

provincias;

y

así, gustos

y

aficiones que en Lima han enveje–

cido, entusiasman en los pueblos de la serranía; cuando las

gentes retornan al centro. traen una moda

y

una literatura

exótica

y

chabacana ..... Lima, punzante en sus dichos, pers–

picaz en su concepción, con

oJa

malignidad de su crítica fina

y

aguda como un puñal florentino,

y

la gracia inimitable de

adjetivación, ha guardado para la gente de allende los An–

des, menosprecio implacable,

y

ha hecho del serrano un tipo

de pesadez de ingenio

y

de rutina, elemento étnico inferior

y

manejable, de espÍiitu recórndito

y

doblado. Así ha marcado

diferencias profundas entre hermanos,

y,

sin quererlo, ha si–

do un obstáculo para la formación de la unidad étnica

y

la

conciencia nacional.

Sin embargo. las nuevas ideas. las reformas liberailes,

la pureza administrativa

y

gubernamenrtal y

la patria,

se im–

ponen lentamente. En el mundo moral como en el biológico,

pocas generaciones bastan para· borrar los caracteres da una

raza inferior, y para imprimir el sello de mejores ideas, cuan–

do éstas luchan con falc:;os principios de cultura. A este fatal

desarrohlo progresivo ha venido a reforzar el cataclismo

histórico del 79. Después de la derrota es ha comprendido ya

la inutilidad del ideal conservador

y

godo, las consecuencias

funestas del pecado

y

la inconciencia.

y

se ha predicado el

arrepentimiento. P ero no basta hacer ver lo horrendo de la

falta

y

el ¡:eligro de la nueva caída; hay que mostrar el pre–

cepto y fijar el modelo, y para mí, modelo y precepto se ha–

llan en el valor de nuestro pasado. Todos sabemos quiénes son

los apóstoles en esta reforma, se les puede contar con los de–

dos; por lo mismo, hay que escucharlos, pues que sus voces

amenazan perderse en la algarabía de los que, como el Poli-