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BOCETOS HISTÓRICOS

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una tradición de virtudes y de heroismos, fué concebida en

el

pecado y e.n el dolor de la derrota

!

Lima, la capi.tal, metrópoli de los virreinatos del sur de

América, fué una ciudad privilegiada y feliz en los trescien–

tos años que duró Ja Colonia; pero con esos privilegios que se

conceden a los esclavos que va>Jen más que los señores o que

pueden un día imponerse a los amos. Adormecida por la me–

trópoli y haciéndose la ílusión de la soberanía. olvidó la le–

jana patria de rudas tradiciones; miró a los antepasados co–

mo un oprobio. Aún durante mucho tiempo después de la

independencia quiso, la ciudad de los Reyes, la orgullosa sul–

tana del Pacífico. vivir soñando en la pasada magnificencia,

donde paseó un día rodeada de condes, marqueses y altos

dignatarios, oyendo madrigales y músicas, admirando do–

quier pompas y lujo: las chupas de lampaso policromo y ga–

lonado, los encajes de Valenc!.a y paños de Carcazona, y lu–

ciendo, a su vez. ella. la de los ojos negros como la noche sin

estrellas, labios sensuales y encendidos como la brasa. pie

diminuto, garbo encantadoT y expresión de hechizo, luciendo

las bordadas medias de la banda, los encajes de Flandes, fal–

dellín de tisú, an.afayas de seda y de espolín, rellenas de ca–

nutillo y adornadas de encajes que caían deliciosos sobre el

gorgorán. Y así emperejilada, sofocando a los donceles, pro–

vocando las almibaradas galanterías de los pisaverdes, y has–

ta los decires sabihondos de los doctores pelucones de San

Marcos, que paseaban su gravedad estulta por los salones vi-

reinales.

¡

Cómo no había de ser Lima conservadora, goda

y realista

!

Ella, la ciudad de Pizarra, con fama de andaluzc:t

y orgullo de mori ca, la que había recibido escudo con coro–

nas y estelas y llevaba el más ilustre de los nombres que a

ciudad alguna de la América concedieron los reyes.

Empero, tal inclinación a la metrópoli y tal desapego al

pasado aborigen y a la

tradiciones gloriosas del

imperio

incaico, habían de ser en el porvenir germen morboso en el

organismo nacional. Aferrada a la tradición castellana, Li–

ma, ya la capital de una República, todavía vivió durante mu–

cho tiempo prestando glorias ajenas y alimentándose con sa–

bia que apenas vivificaba su cuerpo. Parásita sobre el viejo