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HORACIO H. URTEAGA
la explicación d·e todos los errores y falsedades del libro, que
desgraciadamente ha circulado hasta hoy sin refutación.
Pero lo más grave es que semejante libro, traducido
ya al español, ha recibido la protección de los institu–
tos de España para su circulación en la América lati–
na, y causa verdadero asombro que don Rafael Altamira,
espíritu juicioso y conocedor, como muy pocos, de nuestra
historia, haya prologado ese libro, atribuyéncl'Ole cualidades
sobresalientes y recomendado su lectura en España y en
América; y no digamos que el señor Altamira no se haya da–
do cuenta de las falsedades del libro y de los errores mal in–
tencionados que el escritor americano expone y sostiene en el
curso de su obra, para sacar libre de pecado la c:onqui ta
española en América y probar que los aventureros del siglo
XVI no han tenido rivales en la historia del mundo, porque
nadie los ha igualado ni en virtudes, ni en talento, ni en va–
lor; el eñor Altamira se ha dado cuenta de lo atrevidas, arbi–
trarias y falsas que son las afirmaciones de M. Lummis. por lo
mismo pasa por alto, en su prólogo,
al
hacer el análisis del
libro, los más graves cargos que se dirigen al Perú, y con una
gran sutileza, orilla la dificultad que le ofrece el falsario para
hacer esta digresión, indigna de un espíritu lógico, imparcial
y razonable. Dice así el catedrático de Oviedo :
" El juicio que individualmente nos merecen tales o
cuales hechos de los hombres, puede estar o no conforme con
lo que de los mismos tenga la mayioría. Posible es, a
vece
,
que nos a ista la razón en contra de los más; pero eso no dis–
minuye en un ápice la fuerza social que tiene la opinión de
ésto . La persistencia de esa opinión, incluso su reaparición
en colectividades que normalmente parecían ganadas a nues–
tra propias ideas. son hechos que a todo e píritu reflexivo
han de detener ante de pronunciar una sentencia firme, pre–
guntándose si no es él quien e equivoca, o cuando menos ha–
ciéndole variar su concepto de
la
significación que para los
demá hombre tienen hechos de que tal
\"ZZ
reniega por creer
que el juicio general de la gentes se los lanza en cara
~mo
una acu ación a que,
~n
todo ca o, sólo pueden alegar derecho
quienes lo e timen cen urable , ea cual fuere el sujeto que
lo realice, empezando por í mismos ".
Difícilmente puede encontrar e
la
clave de esta fra eo-