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BOCETOS HISTÓRICOS

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mala hora, que Campero intentara un ataque sorpresivo contra

el ejército chileno. "Acreditaban con ello, ha dicho un historiador

de la campaña, que más consultaban lo valiente de la empre–

sa, que la prudencia y la cordura". Recibida la orden, el ejér–

cito entero se puso en marcha a las doce de la noche, y aun–

que al principio se movió con admirable precisión, los guías,

cegados por la n eblina, perdieron el camino y, con sorpresa,

e encontraron a la madrugada revueltos y confundidos " ocu–

pando los de la derecha el ala izquierda y vice-versa". Se ha–

bía perdido tiempo y energías, y no había más remedio que

contramarchar hacia las primeras posiciones. Semejante

fracaso para el ejército aliado, aumentaba aún más la su–

perioridad del enemigo, que a marcha lenta y segura avan-

zaba, organizado y silencioso.

'

A las siete de la .mañana del 26 de mayo, se avistaron los

dos ejércitos enemigos; media hora después el estampido del

cañón anunciaba el principio de la batalla, y las densas co–

lumnas de humo qu e desparramaba el viento, marcaban las

dos líneas enemigas, cuyos fogonazos, relampagueando de

trecho en trecho, marcaban la distribución y el lento avance

de los combatientes. Hasta cerca de las

nuev~

de la mañana

se siguió este duelo inofensivo, en uno y otro campo. Súbita–

mente se advirtió entonces el movimiento envolvente de la

derecha chilena, mandada por el coronel don Santiago Ar–

mengual, que trataba de copar a la izquierda aliada de Cama–

cho; fué en este momento que principió el verdadero comba–

te de fusilería, ya al alcance una

y

otra línea. El esfuerzo que

hizo la derecha chilena para tomar la posición fué inaudito;

bien se comprendía el valor que los jefes enemigos daban a

la situación de los aliados. El coronel Amengua! arengaba de–

sesperado a sus tropas, que se estrellaban ante la firmeza de

los soldaidos de Camacho. En ese supremo momento, donde

el ejército aliado hizo lujo de energía, nada valió el refu e1·zo

que recibían los chilenos; en ese combate, casi de cuerpo a

cuerpo, se había anulado también la superioridad del

~irma­

rnento enemigo. Fueron rechazados, una y otra vez, ante el

empuje formidable de los indios del Perú, que en medio de un

clamor de victoria arremetían a la bayoneta, la terrible arma

blanca de los aliados, cuyo efectos recordaban los vencidos de

Tarapacá.