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BOCETOS HISTÓRICOS

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ral Campero y detuvieron su r z.troceso. De nuevo se parape–

taron

y

contuvieron el avance del enemigo; desgraciadamen–

te faltaron las municiones en la división de Camacho,

y

la

risueña ilusión se disipó. A las dos horas, en el campo de ba–

talla, cubjerto de cadáveres, se iniciaba la retirada del ejér–

cito aliado.

" El desastre de Tacna, ha dicho un historiador peruano,

fué consecuencia no sólo lógica, sino matemática: dos es ma–

yor que uno".

" Nuestro desastre no podía ni puede atribuirse, ha di–

cho el General Campero, a faltas cometidas en la dirección de

las operaciones, ni a imprevisión de especie a:lguna, sino úni–

camente a uperioridad del enemigo en número, en elementos

y

recursos de todo género. La frustrada sorpresa de la noche

del 25, si es cierto que fatigó inútilmente al soldado, no por

eso dejó da pelear con ardor;

y

en el caso de que se hubiera

esperado en sus posiciones, el resultado habría sido idénti–

co, aunque con más daño al enemigo; cuestión de más san–

gre, que sobraba al invasor". (

Informe del General Ca,m–

pel"O, a,nte la Convención Naciona,l de Bolivia,, como Gene–

ral en Jefe del Ejército Aliado.-La

Paz, 1880 ) .

Las pérdidas de los ejércitos aliados son pruebas elo–

cuentes de su resistencia y arrojo. Entre muertos y heridos

había casi un cuarenta por ciento

y

la tercera parte del efec–

tivo de sus oficiales.

El General Campero, con sus tropas sobrevivientes, em–

prendió una ordenada retirada hacia el interior de Bolivia,

Creyó,

y

en esto lo acompañaba la opinión pública de su pa–

tria, que había cumplido su deber con creces, que el pacto de

la alianza, herido de muerte por la perfidia de Daza en la re–

tirada de Camarones, e taba virtualmente terminado. Des–

de entonces sólo el Perú debía soportar las consecuencias del

de. astre

y

de la invasión. "No le quedaba al gladiador heri–

do, "ino defender su propio suelo de los azares de la invasión

extranjera ", dejando al aliado del Pacífico que defendiera

el uyo con sus propias fuerzas. Así, al menos, lo declara,