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HORACIO H. UR rEAGA

sibilidades, lo que se hizo entonces, " no podía ser sino rudi–

mentario, desde que el tiempo era estrecho y los elementos

muy limitados; sin embargo, en la part:i norte del Morro se

construyeron parapetos que defendieron las tres baterías por

el lado de la pampa o el este. Se minaron aquellos puntos

¡:;or donde se suponía que el enemigo atacaría, así como las

eminencias de ciertos cerritos elevados. El lado sur del Mo–

rro, o sea el flanco derecho sobre tierra, debió ser fortificado

de preferencia, de un modo sólido y capaz de resistir el em–

pupje de un ejército, desde que sólo por este lado podía to–

marse el Morro con facilidad ; sin embargo fué al que pres–

tó menos atención el Coronel Bolognesi, aunque lo encomendó

al capitán de navío don Guillermo More, valiente marino que

había jurado purgar su falta en el siniestro de la fragata

Independencia,

v.endiendo cara su vida en defensa de la pa–

tria; a sus esfuerzos se debió, en gran parte, las pocas e im–

provisadas fortificaciones de ese lado, que consistían en una

serie de cinco parapetos, con un saco de arena de espesor, y

algunas minas ". ( 3 ) .

Los historiadores chilenos han exagerado la defensa de

la plaza, y para hacer del asalto un hecho heroico y de la car–

nicería combate rudo y bien probado, han a egurado que bajo

la dirección del ingeniero Elmore, " Arica se llenó de foso ,

de minas automáticas con dinamita, lo cual, agregado a las

fuertes posiciones

natu

ral.es y a los numerosos reductos ar–

tillados, la convirtieron en un lugar ineX:pugnable ". ( 4 ) .

Sin embargo, esta terrible fortaleza

tenía seguridades

más aparentes qu.e reales. El sistema de minas por medio de

baterías eléctricas es, en el mayor número de los casos, un

peligro tan grave para el que las maneja como para el que

debe sufrir sus efectos. Hoy mismo, · no obstante los adelan–

tos de la ciencia y la preeisión de los efectos en las combina–

ciones eléctricas, la mina subterránea ofrece serios peligros

para el atacante y el atacado. La pasada guerra de trincheras

europea, es una prueba elocuente. Requi€re, además, el siste–

ma de las minas eléctricas, como se ha dicho muy racional-

(3).-Paz Soldán,

Historia de la G1¿erra del Pacífico,

c.

XVIII.

p.

484.

(4)

.-Gonzalo Bulnes, ob. cit. c.

XIV,

p .

357,