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EL PAIS DE LA SELVA
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tura para siempre, pues bajo el día que se levantaba
en los cielos; reconoció en el espejo de esas pardas
retinas, visiones denunciadoras de lujuria y de muerte ...
Hasta aquí la leyenda .
. . . Nada le resta, según se ve, de las tradiciones
teológicas .
Cuando el pueblo tentaba
á
la virgen, la beata ó la
esposa, -
se le podía conjurar, no sólo por la señal de
la cruz,· sino por el nombre de los santos, las reliquias
sacras, riegos y fumigaciones benditas, según fórmulas
aconsejadas p
,..
10
c-.onfesores. Empleábase unas veces
talismanes de veebe a, ó palma-christi, ó jaspe, ó coral.
·ncinerar en una marmita nueva,
composiciones de cinamo1no, canela, áloe, nuez mos–
cada, benjuí, etc., según el demonio fuese ígneo, aéreo,
flemático, terrestre ...
¿
Á
qué seguir? - La imaginación
escolástica se perdía en su laberinto de casos, en su
dédalo de previsiones. Los inisioneros católicos lo ense–
ñaron también al pueblo de la selva, pero nada de ello
pudo sohrevivirles allá. Por eso en la leyenda referida
sólo hallaríamos un leve fondo de sugestión moral : -
Tiene la fidelidad de la mujer, culto acendrado en
aquellas priinitivas regiones, y han querido castigar su
infidencia, la mente que la forjó y el labio que la
repite, bajo los techos solariegos, en los sencillos ho–
gares de la comarca.