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204

RICARDO ROJAS

¿

Ves la luna, huahuitay?

Shi lo veo.

Lo ves al burrito?

Shi lo veo.

-

Y á la virgen con el niñito-Dios?

-

También; -

y señalaba luego una estrella, en

seguida una constelación, más tarde una nube, sin

detenerse en nada, á no ser en la Vía-láctea, ó

Cielu–

mayu,

-

río del cielo, -

en cuyas aguas de plata por

riberas de sombra, le hacían ver patitos de oro,· co1no

los que ya apedreaba el pilluelo en el vado cercano ...

Esta dicha debía concluir ; y el día del suceso, la

mujer vió 1I ega1' un b o1nbre extraño por el abra estre–

cha que rode na la. in orada

rús~i c a.

Qui so apartarse ,

pero le f ué i

:o:

ib:le : {e l deseonocido avanzaba hacia

ella, la cual ·nmóvil, sentíase presa de invencible fa s–

cinación. El pecho fuerte del jayán, hacíala pregustar

de sus abrazos ; un ftescor de brisa embriagábala de

silvestres aromas; estremecimiento's de gozo cosqui–

lleaban en su médula ; y dominábanla á un tiempo pro–

pensiones ·hacia cosas ignotas que borraban en su

alma la imagen del esposo, ausente á la sazón en la me–

leada.

-

¡

Cruz, Cruz, diablo

l -

musitaran sus labios el

conjuro, si hubiera sospechado á Zupay, ó le opusiera

el mango en cruz de algún cuchillo ; pero nada

l -

El

desconocido estaba ya junto á la inocente; ella se des–

vanecía en beleño de falaces visiones ; el sol arrebujá-