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RICARDO ROJAS
¿
Ves la luna, huahuitay?
Shi lo veo.
Lo ves al burrito?
Shi lo veo.
-
Y á la virgen con el niñito-Dios?
-
También; -
y señalaba luego una estrella, en
seguida una constelación, más tarde una nube, sin
detenerse en nada, á no ser en la Vía-láctea, ó
Cielu–
mayu,
-
río del cielo, -
en cuyas aguas de plata por
riberas de sombra, le hacían ver patitos de oro,· co1no
los que ya apedreaba el pilluelo en el vado cercano ...
Esta dicha debía concluir ; y el día del suceso, la
mujer vió 1I ega1' un b o1nbre extraño por el abra estre–
cha que rode na la. in orada
rús~i c a.
Qui so apartarse ,
pero le f ué i
:o:
ib:le : {e l deseonocido avanzaba hacia
ella, la cual ·nmóvil, sentíase presa de invencible fa s–
cinación. El pecho fuerte del jayán, hacíala pregustar
de sus abrazos ; un ftescor de brisa embriagábala de
silvestres aromas; estremecimiento's de gozo cosqui–
lleaban en su médula ; y dominábanla á un tiempo pro–
pensiones ·hacia cosas ignotas que borraban en su
alma la imagen del esposo, ausente á la sazón en la me–
leada.
-
¡
Cruz, Cruz, diablo
l -
musitaran sus labios el
conjuro, si hubiera sospechado á Zupay, ó le opusiera
el mango en cruz de algún cuchillo ; pero nada
l -
El
desconocido estaba ya junto á la inocente; ella se des–
vanecía en beleño de falaces visiones ; el sol arrebujá-