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EL PAIS DE LA SELVA
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base de nubes, como velando en penumbras la escena;
el perro de la casa, arrastrábase en el patín delantero
sin poder gritar; y aquel fascinador á punto de mar–
charse, murmuraba al oído de la n1uj er vencida :
- Te espero ; un ave nocturna cantará en la noche;
ella guiará tus pasos en la sombra ...
Cuando cerró la noche, el labrador, fatigado por el
esfuerzo del día, cayó en cerrado sueño. Ella velaba
en tanto, contemplando por la abierta ventana la clari–
dad de las lejanas estrellas. Una lechuza chilló de
pronto en la cumbrera ; y escuchóse después el vuelo
de sus alas por el vas to silencio. La mujer descendió
del lecho, y ga eandu, salió. La8 pupilas del pájaro
nocturno brillaban e la ruta. Ellas la condujeron por
sendas descono ida&, basta una fuente de aguas clarí–
simas, donde la esperaba el amante que así la arran–
caba al hogar en pos de una quimera.
- Iremos hacia lo interior del bosque; - sin duda
la decía, en el quichua docto de las Salamancas ... Mar–
charían hacia un rincón vedado, á la felicidad, á la
. riqueza, al placer ; las hierbas les prestarían su tálamo,
su dosel los follajes ; pero antes debía dejar sus ojos en
una reluciente caldera de magia, donde, al volver, los
encontraría más luminosos
y
bellos.
Partieron. Ella iba ciega, las órbitas vacías ; á las
dos veras de la ruta se dilataba la breña, invisible para
aquella infeliz, aunque ella oía, cual rumor de lejanas
muchedumbres, el eco de los gárrulos follajes. En el
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