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RICARDO ROJAS
Más tarJe las campañas europeas cultivaron historias
de
loups garous;
pero el individuo inetamorfoseado era
víctiina en ellas de la fataliJad. Hoy inis1no lo creen
en el mediodía de Francia, donde les llaman
loulerous.
Al llegarle cier ta hora de la noche, abandonan su lecho
eomo arrebatado por una fuerza ciega y superior; dirí–
gese á un estanque donde entra hombre por el un lado
y
sale bestia por el otro ; ululando recorre las campiñas;
y
vuelve, al amanecer,
á
su primera forma. Según las
'tradiciones, los pastores se han visto
mucha~
veces
·obligados
á
defenderse, sintiéndose en caso de herirle
lez.a desconocida.
santiagueño, si bien pariente de la
ito francés, aparece con los carac–
.aborígen. Todas las supersti-·
El indio-tigre es más bien un . brujo, que no el
juguete de los sinos aciagos. Los relatos del bosque
no d.escubren, sin embargo, el secreto de su virtud
maravillosa. Sin duda fué en su origen el poder obte–
nido en pacto con Zupay, ya para un acto de venganza,
ya para unir su inteligencia humana
á
la pujanza ani–
mal, tornándole más fácil la existencia en n1edio de los
montes. Y si hoy ya nadie siente repercutir en los
á1n–
bitos de la selva, los rugidos de aquel ser mitológico
y
siniestro, producto
genuí~o
de la tierra
don.denació,