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214:
RICARDO fiOJAS
contrario, ernpezó á caldear en ella la hoja de Lal
pequeño chuzo, hecho con un gajo de tala y el facón.
Oyóse nuevo grito de la fiera. Demasiado
cercano~
alar–
maba
ya~
Pasaron duros instantes, hasta que al fin el
cazador, frenético en su cueva, vió fulgurar como dos
brasas los ojos del felino en la maraña obscura. Volvió
á rugir el tigre: el hombre aguardó ; pero la inula,
ceñida por el ronzal, se desató en piafares y patadas.
Avanzó contra ella el tigre; pero pasó de largo hasta
las prendas, presintiendo botín quizás ;
y
al encontrar–
las solas, su fur ia fué tanta, que de ui;i solo zarpazo hizo
volar caronas
y
montura. Adelantó más aún, gruñendo
<en tre diente , hozando junto al fogón,
y
el gaucho,
desde la som ra aalentada hasta el rojo la cuchilla, le
~lavó
su alahz r d:
n el costillar.
- ¡
Erre, su inaula
I -
chilló saltando el heridor, al
propio tiempo que por el tajo chisgueteaba un chorro.
- ..... (?)
Algo dijo la fiera al incorporarse del revuelco ; pero
el tigrero nada comprendió. Sudor helado le corrió por
los sienes.
¡
Quince años profesionales y jamás le había
acaecido semejante percance
! . . .
Entretanto la vic–
tima, zafándose de unos perros que la mordían de
atrás, mientras otros le dentellaban el flanco, se
disparó hacia el · bosque, dando alaridos
y
manando
sangre...
¿
No serían ciertas, acaso, las historias del
runauturuncu
?...
Él llegaría á descifrar el misterio,
y
poseído de esta obsesión, esperó la mañana, :se re-