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EL PAIS DE LA SELVA

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ciosa que pareció anunciarnos la desgracia inminente,

como si ese presentimiento confuso, pronto ratifi cado

por la fatalidad, hubiera sido el aviso de un espíritu

más puro que reside en nosotros,

y

para quien, en la

excelsitud de su condición casi divina, el tien1po

y

el

espacio quizás no existen ...

Varias fuerzas han luchado en torno de estas supers–

ticiones. Originábase á veces la leyenda, en falsos

comentarios ó ruines propósitos de venganza, pero

otras emanaba de un hecho real. Iba una vez el cargo

contra la vieja tr

na que habitaba su rancho, algo

á

trasmano de los caminos, explotando la credulidad

.

general, otros contra la doncella retusa á los enlabios

del comandante ó del cura, como un medio de rendir

su castidad redomona. Individualizada la sospecha y

convertida en sugestión colectiva, se dice que llegaron

á encepará la bruja ó preparar su hl)guera crematoria,

ó incinerarle en cruz la piel para que se le escapase su

poder maléfico. También es justo anotar que, en oca–

siones, la

~is1na

Iglesia, ó la incredulidad reformadora

de algún co1nisario, llegó á poner un dique á las exi–

gencias premiosas del vecindario rural. Tales persecu–

ciones

y

la condición ominosa de la bruja, -

pues su

poder emana de un pacto con Zupay, -

le han creado

en un lugúbre personaje de leyenda, de qui en se habla

Pn .la selva sin haberle visto jamás. En cambio, al