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RICARDO
ROJ.\.'
desconocido : aquella cruz negra y ·olilaria, cubi rla al
pie de corpulento quebracho, era perenne
y
161
r<·g·a
evocación.
Si bello es el destino del aln1a inocente de los angP-li–
tos, es pavoroso el de las almas adultas. El hombre que
cruza por este mundo ingrato
y
lleno de dolore ,
devuelve
á
Dios la suya manchada de viles pensanlien–
tos y atormentada de horrorosos crhnenes. Unas, sobre
todo la de los cadáveres insepultos, vagan vestidas <le
sudarios blancos,
á
lo largo de los caminos, en las
tinieblas de
1
1
y
á
esos bultos fluidos y leves,
<lu a, los perra domésticos cuando
.----.:....
o ilógicarnenle á lo invisible del
7acío
y
la sombra ._..Otras se escapan por los intersti–
cios de sus tumbas en forma de gases fosforescentes y
luminosos, en
«
la luz mala
n,
de chispas multicolores
y
efímeras ... Otras, en fin, si su finado hubiera sido un
adúltero, un sacrílego, un hereje, un brujo, trasmigra
en seres inferiores,
y
el alma del muerto querido huye
tal vez en el cuerpo cerdoso del chancho montés,
ó
viene
á
nosotros en el perro desconocido que se nos
aproxima ...
Otro~.
vagan sin rumbo ni reposo, en la
nómade fatalidad de su destino ...
""·
El convoy que venía del interior de la sel va, habíase