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RlC.\fiDO ROJA
a1nparo <le E>sta
supersticiones, ha prosp ea<lo
uu~
suerte de hechicería benigna,
q
ic
asLutos embaiuor
toman con ánino de granjería: me rcfi ro
á
la inc<licina
y
la adivinación.
El nigromante no es sino un hechicero que no aplica
sus poderes al daño. Ha habido en la sel va adivinos lan
famosos como el Santo Gil, farsante afortunado
á
cuyo
rancho. peregrinaban llevando sus alifafes y tristezas
feligreses del vasto alrededor. Empero, como en las
grandes ciudades, -
donde se lo explota con avisos en
los periódicos de vasta circulación, -
ha descendido
inucho este viejo culto
e
e los presagios. sobre todo si
se
recuerda las
ia
del verso homérico, cuando
los guerreros consL tan
las entrañas
del Loro imnolado
á
«
las rib
r
far
infec.un<la
» ...
El físicos·
'
'tre_, p_or su parte, no es sino la antítesis,
el complemento del hechicero maligno, cuyos veneficios
su beneficio evita
ó
repara. Cura con hierbas
ó
brebajes
que obtiene de acuerdo con su terapéulicaempírica. Pero
cuando mórbidas crisis ó rebeldes caquexias mués transe
rehacías á .la fannacopea del bosque, el médico recurre
á su ciencia oculta,
y
avisa al paciente : - No hay más
que lo han embrujado, amigo
!. .. -
Y ahucián<lole <le
embelecos, estipula con los deudos la cura sobrenatu–
ral, mediante el pa·go en vaca ó chafalonía. Viene des–
pués muy bien apercibido,
y
entre la inocencia del
enfermo y el azoramiento de la parentela, hace vomilar
al infeliz, por la boca, -
ó se la exlrae de alguna buba,