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RI CARDO ROJAS

poeta anónimo de la selv-a concebir la est rofa q ue r e–

cuerdo haber oído en una fi es ta r eg ional

Quién

n1e

diera

esos oj os ,

Y

esas pestafías,

Y

esa boquita roja

Con

que me

engañas .

Se a1naban clandestinamente , h aciendo refunfuñar á

la

madre de la muchacha que lo abo rr ecía al -otro por

presumido y haragán. Acostumbraban verse c·uando

iba la chinita

á

traer el agua para

la.

casa, desde un

estero próximo , pues el r ío pasaba lejos . Los ojos de

ella se icleali z

1

d

mirares dulces, y baj o el p eto

de la bata li s

aba henchido el seno , cual un her-

~-""'e,nlu

l.

Co:ncertaban las cit as á la

ago, baj o el fre co r de las púnuas .

La inmensidad angustiosa de sus corazones, se co1nu–

nicaba mejor en el silencio ; y cuando hablaban, eran

lacónicos los diálogos, gracias al poder expresivo de su

idioma :

Ñuritay

!

1"1

e quieres

?

Sí, vidi tay, sí. ..

Después sólo se oía la alegre vida de la campaña.

Hacia la opuesta margen un cáptaro elegante bogab a

llevando su aristocrática blancur a sobre la seda de las

olas, que el chumuco travieso pron to ajaría z.abullén–

dose en ellas. En los ramajes cercanos garlaba la chá-