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EL PAIS DE LA SELVA
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muchacho lamas de polvo al repicar la tierra con la
plantilla
y
el tacón, mientras la retrechera se deslizaba
suaveinenle, con vaivén voluptuoso
y
acompasado. Sobre
una
línea de circulo simulaban perseguirse, él amarte–
lado al dengue de la
cad~ra
y
al donaire del talle núbil;
ella torciéndose á mirarlo empusí, ó recogiendo como
al desgaire la falda, para mostrar bajo el crespo ruedo,
'In
puntcrita de sus flainantes botines. Ambas mudanzas
se rcpilieron tres veces hasta el final, en que el mu–
chacho cayó de rodillas á los pies de la joven, haciendo
flamear como un lábaro su pañuelo.
La genle les arrojó en gTuesas cohetes de la India :
restallaron con re elido estruendo, chisporroteando
bajo los pies de
entre el júbilo de la turba,
esto fragores, tanto como en el
licor, esthnulo
,.a Al ruido, espantáronse los
caballos, corlando riendas;
y
volvió á rejnar de nuevo
la baraúnda.
La concurrencia einpezó después á aviarse para
· la dispersión, pues iba llegando el día. La voz,
ya
cansada
y
aguardentosa de los n1úsicos, cantaba
'
.
aun:
Ya viene el sol naciendo,
Dicen las flores;
Ya viene el que nos pinta
Con sus colores.