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RICARDO ROJAS

laron co1no les permitieron sus achaques, y en los re–

quiebros, á la pobre se le descubría la piel negra y los

senos exprimidos por el abierto escote del tipoy. Graz..

naron indecentes relaciones... Y el viejo dijo, con el

derecho que le daba su ancianidad :

La mujer que

á rní

me quiera,

Me ha de dar sin gran trabajo,

Lo que echa la taba encin1a

Cuando la suerte está abajo.

Aclamaron todos esa declaración. en esguince ; y

cuando fueron fatigados á sentarse, el cantor co1nentó

la viaraza, con est

· ó ica trova :

.

n

Q

un · r hol a está viejo

·tá:

pintando canas ,

Quiere subir por el tronco

Y

bajarse por los ramas .

-

Ja! ja! ja! ja I -

carcajearon todos. La gente

no hacía sino reir, palmotear y beber. Sólo de tarde en

tarde, florecía alguna chunga feliz, como la frase de

don Bautista

1

ó alguna estrofa ingeniosa como los

versos del trovador. Entre

la alborotada

turba cir–

culaban

porron~s

de ginebra, jícaras con caña,

y

frascos de otros desollantes brebajes. Sin más copa

que los propios labios, chupaba un trago cada uno,

y pasaba la bota á su

vecino~

de suerte que al cabo de

varios ósculos ya no quedaba sino el aire en ella.