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montañas (
orc:co,
cerro elevado
1
tam–
bien varón) originaba esas serpientes de
fuego. Ercusado es advertir que ne deja–
rían de meditar
é
interrogarse: ¿en qué
podría trasformarse
el
producto de estos
dos elementos una vez en el seno de la
tierra? En el
Amaru.
·
Del estudio de los anímale , de
la
cer-
. tidumbre que
po~een
una alma ·como no–
sotros, se ha del::ido pasar fá cilmente á
la
evidencia
d~
que estaban dotados tam–
bien de lenguaje. Ciertas especies de a- ·
ves lo indican sin necesidad de esa induc–
ción. Las
huachuas,
las
perdices,
las
cu c:11ll,
los
chih11 a co. ,
los
qw.· till as,
los
l1LlcgO''hO,
]ns
vicuña :-;,
vc 11 a r.Jos
etc vi–
V'en en bandadas. De dónde les vendría
esa necesidad
·de
sociedad, ese instinto de
sociabilidad, sino tuvieran el don
de
en–
tenderse? No veían al
Ñ: thui npuri
(ca–
mina con los ojos),
el
v1cuña macho,
~1
jefe,
el
guía, adelantarse siempre
í
dar
la
voz de alerta para prevenirles del peligro
á los de la manada?Esta sola cuestión nos
dispensa erµítir los det_nás razonamientos
que pudiera·n alegarse.
He aquí pues, como el dogma de la
trasmigración de las almas ha Ilevado
á
los hombres
á la
atención, al interés -por
los anímales, hasta conducirlos á
la
creen