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do los matices de lo burlesco i lo risueño,
de
lo
natural
i
lo
inocente, de lo burl6n
í
lo sarcástico.
11
•
Llenan los preceptos de los clásicos la
colecci6n que presentamos á nuestros Lc–
tores? Planteamos la ·cuesti6n, los toma–
mos por testigos, · mas aun, ¡:or jueces,
que ellos
la
resuelvan.
·
¿Qué son las fábulas de Fedro, Afto–
níus i Gabrías; qué las de lriarte
i
Sa–
maniego;ní qué las de
La
Fontaíne i Flo–
rian, de Gall i Lessing · sino plagios, sim–
ples rapsodias de las de Esopo? Este mis–
mo célebre
frijio~gloría
de la Grecia, tam–
poco ha existido, sus ap61ogos vienen de
.Lokmam i Bílpai, brahamanes de la
In–
dia, donde como en el Perú de los incas
profesaban la doctrina de la metempsico–
sís i crearon la fábula. Ah! si Vicente
Fi–
dcl Lopez hubiera tenido conocimiento
de este capítulo ¡que ampliA mies no le
hubiera proporcionado ·para sus aproxi–
maciones á los arios!
Mas no solo en esto tenemos derecho
á
levantar
la
voz, sino tambien . por
la
moral que entrañan:
á
diferencia de las
es6picas,
qu~
no enseñan sino
á
ser mea–
tirosos, egoístas i malvados, .en las incái–
cas, una·moral severa i elevada informa
fa
conducta de los protagonistas.