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Que ante este
c~nti-aste
de la vida de las
c.uculíes apaciblemente recostadas en
la
. cima de los arbolest entonando su amoro·
so lamento, con
la
del hombre, armado
de la flecha que ha inventado para matar
de más lejos á sus hermanos, que emplea
sus cuidados í su destreza en imitar su
canto, á fin de que engañadas reciban una
muerte segura de su pérfido asesino;no
pensaís que ese primer filósofo haya íma–
jinado hacer conversar juntas á esas tor–
tolitas para reprochar al hombre su bar–
barie, para decirle verdades duras que un
moralista no podría atreverse á hacerlo
sin exponerse
á
los efectos crueles del a–
mor propio irritado? He aquí la fábufü
inventada; de esto tenemos un ejemplo
clásico en el precioso cuento
''La cucu-
lí
agrnctecida. "
·
Bosquejado muí á la líjera el origen de
la
fábula, definido í estudiado su proceso
evolutivo, réstanos ahora indicar las
condiciones que debe reunir. La Motte
nos lo dice: "para hacer un buen apólogo,
es menester, desde luego, proponerse una
verdad moral, ocultarla bajo
la
alegoría
de una irnájen que no peque ni contra la
exactítu:l, ni contra la unidad, ni contra
la
naturaleza. Hacer intervenir actores
que hablen en estilo familiar, animado,de
lo que haya de más gracioso, distinguien-