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tapacurunquim, (te has equivocado).

He aquí pues ratificado el concepto

de

la

fábula, un drama en miniattira, que '

indudablemente ha existido en

el

Perú

i

· ha conservado

el

carácter i el jiro que le

imprimió el espíritu incáico. El gusto por

las parábolas i enigmas;

el

hábito de ha–

blar siempre.por medio de imájenes, de

cubrir los preceptos con un velo que lc-s

preserve, perdura aún hoí, teniendo

su

instrumento en la lengua,

el

quechua, i–

dioma onomatopéyico por excelencia,

prestándose admirablemente P".ra

la

metá

. fora. No ha poco, pá jina 3 l tenemos

dado el ejemplo clásico de la madre lloro–

sa por

la

pérdida de su tierno hijo:pacha–

huarnyaptin tutapanm (le oscureció

cuando reden amanecía); al gato que le

llaman turuma11ya tchuparn, (rabo en.

arco iris); huegocho al ocioso, porque es

una gallineta sin nido, que se Ja pasa ten–

dida al Sol con las patas i alas · estiradas,

i durante la estación

lluviosa~

llorando.

Por otra parte

el

Perú (solo en la

In–

dia, se han ocupado más de los aníma–

les) poblado por una raza

eminent~men-

·

te observadora que creía en la

met~mpsí­

cosis, creencia común hoi mismo, do–

taron á las piedras i otros seres materia–

les de vitalidad

í

animismo. Así, al hom–

bre le consideran en posesión de una al-