EXERCICIOS SPIRITVALES DEL B. P. IGNACIO DE LOYOLA
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dicarlos á su Orden, que por cierto no se
hallaba en el caso de mendigar santidades
ajenas, tratp, á fuer de bibliófilo, de robar
también libros. Desde luego puso sus golo–
sos ojos en los
Efercicios
de san Ignacio, y
teniendo noticias del famoso
Eferátatorio,
viendo la similitud de los nombres, aseguró
á la faz del mundo que los Ejercicios eran
copia del
Ejercitatorio
de nÜestro García
Cisneros. ' El buen P. Constantino, como
bibliotecario que era entonces del Vaticano,
debió limitarse á observar solo el sonsonete
del título de ambas obras; porque á leerlas,
le hubiera bastado el sentido comun para
distinguirla~
y clasificarlas como muy di–
versas.... Todavía, como se nos resistiese su–
poner 'tanta ligereza en el P. Constantino,
hemos seguido examinando cuál pudiese
ser el orígen de su pretension, y creemos
haberle hallado. Existe una obrita intitu–
lada
Ejercicios espiri'tuales sacados de las
obras de los venerables Padns Fr. García
de Cisneros, Ludovico Blosio y Fr. Antonz'o
Alvarado, abades de san Benito.
Así el títu–
lo de esta obra corpo su contenido se pare–
ce algun tanto á los
Efercici'os de san Ig –
nacio:
pero es de notar, y aquí está la solu–
cion de la dificu'ltad, que la citada obrita se
imprimió por la vez primera (segun el
P. Navarro, monje benedictino) en Sala–
manca en
I
583: es decir, cuando ya
el
mun–
do entero tenia noticia de los
E¡ercicios de
san Ignacio
publicados medio siglo
[?]
an–
tes. Acaso dicha obrita sea la causa inocen.
te del error, si es que en este asunto se pro–
cedió de buena fe, como debe suponerse por
caridad mas que por rigorosa justicia. Si
alguna sombra de duda pudiese quedar,
confiamos la desvanecerá la mas somera
lectura del
Fjerci'tatorio....
»,'
dice D. Julián
González de Soto en las
Noticias
que ante–
pone al
Fjerátatorio de la Vzaa espiritual
compuesto por el R . P. Fr. Francisco Gar–
cía de 'Cisneros, Abad del Monasten'o de
l'v~uestra
Se•1ora de Monserrat. Adici'onado,
anotado
y
aclarado
(págs. vm-x).
Sin embargo, no fué el verdadero ó su–
puesto Constantino Cayetano quien prime–
ro puso en pleito la legitimidad de los
Exe1·cicios
de San Ignacio, ni había de ser,
por desgracia, el úl ti roo que se esforzase en
mantenu la opinión verdaderamente des–
cabellada de que los había tomado del
Exercitaton'o
de Cisneros. «It was Authony
Yepes (d. 1621) who, in his History of the
Benedictine Order, contended that St. Ig–
natius had not composed the Book of the
Exercices till after his theological studies,
and furthermore that he had rather newl y
edited the "Exercitatorium spirituale" of
Garcías Cisneros, abbot of Montserrat
(d. I 510), than written a new work; this
book was refuted by Father Ribadeneira in
a letter dated April 18, 1607. But in
i
641
appeared in Venice the work of the Bene–
dictine abbot Constan ti ne Cajetan (r 560-
1650) "De religiosa S. Ignatii si ve S. Enne–
conis per Benedictinos institutione, deque
libello exercitiorum ejusdem ah exercitato–
rio Garcire Cisneri magna ex parte desum -
pto''. On March,
10,
r 645 (or 1646), Caje–
tan granted that he was the author of the
book, but denied that he had published it.
On the part of th'e Society the work
~vas
answered by Father John Rho (d. 1662) in
his "Achates ad Const. Caetanum, Lugd.
I
644". It is a curious fact that both books
were placed on the Roman Index, though
it is claimed that Father Rho's work met
with this fate on account of its vehement
tone or its defence of Father Nieremberg's
legendary "Vida de San Ignacio" (Sara–
gossa, 1631), wich was also censured. Mean–
while, the Benedictine Congregation of
Monte Casino had on April 23, I644, sent
an apology for Cajetan's book to the So–
ciety of Jesus, and the Congregation of
Portugal followed the same conciliatory
policy in r 645, Oct. 29, after the Benedic–
tine Friar Leo a Sancto Thoma had pu–
blished a work in which· he adhered to Ca–
jetan's opinion. The Society formally than–
ked the Order of St. Benedict for these
apologies in the 13th and 26th decree of
the eighth General Congregation held in
1646. After this, there was only one more
voice that renewed the contention of Ca–
jetan: the Benedictine monk George Argaiz
de Logroño in his ''Historia de Nuestra
Señora de Monserrate" (Madrid,
J
677),
endeavored to vindicate the Exercices as
the property of his Order; but his work