EXERCICÍOS SPIRITVALES DEL
B.
P. IGNACIO DE LOYOLA
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Cierto que le hay; pero no es menos cierto
que no necesitaba salir de su tierra el señor
Peyron para escribir semejantes desatinos,
ni le hacían falta alforjas, como vulgarmen–
te se dice, para su
Nouveatt Voyage en Es–
pngne.
Aunque, si
á
novedades va, todavía era
más nuevo y sin comparación más curioso
el descubrimiento del abate Phélipeaux , se–
gún lo que de él nos cuenta el P. Watrigant
con referencia al
Diccionario
del famoso
Bayle. «En 1699 (dice), les J ánséni stes fi rent
une trouvaille tres curieuse: les Exercices
dataient de r
50
ans avant sai nt Ignace, on
en avait conservé le manuscrit au Mont–
Cassin. Voici comment l'abbé Phélipeaux
apprend cette no uvelle
a
ses amis: " Le lun–
di [el
5
de Mayo fué
martes]
5 mai (1699),
le lecteur de saint Cali xte me vint voir, et
me dit dans l'entretien , que les Exercices
spirituels que les Jés uites attribuaient
a
saint Ignace etoient un ouvrage d'un Bé-
' nédictin, qu'ils étoient dans !'archive du
Mont-Cassin d'une écriture 150 ans avant
la naissance de saint I g nace, que ce saint
étant retiré
a
Montserrat dans un de leur s
monasteres, un bénédictin lui
fit
transcrire
ces Exercices...." CeEte version tout
a
fait
originale du prétendu plagiat de saín t
Ignace fut adopté par Drouet dans son édi–
ti on de
_,'lforeri·
de 1739, et par Chaudon ,
dans son
l'olouveatt Dictionnaire hútoriqiee»
(págs. 40-41:
cfr.
Backer, m, 2316, y Som–
mervogel, v, 74).
En efecto: <(On prétend q ue cet ouvrage
[los
Exercicios
de San Ignacio
J
existoit
1
50
ans avant lui , dans la bibliotheque du
Mont Cassin , ou le saint Espagnol avoit
eu occasion de le voir», dice, si bien con
una nueva circunstancia algún t anto agra–
vante, el benedictino C ha udon en su mal
perg~ñado
y no poco sospechoso
Dictzon–
nuire
(1v, 582 de la 7.ª ed.). Pero
<~com
ment concilier: cette assertion avec le si–
lence absolu qu'on a gardé sur la prétendue
ancienneté de cet ouvrage, dans le temps
ou le livre des
E xerczces
faisait tant de
bruit ?)>, añade oportunamente
á
continua–
ción el P. Feller en su arreglo del mismo
Dictt'onnaú·e'
con
el
tí tulo de
Bi'ographi'e
zmiverselle
(I\', 529; ed. de Lyon de 1860).
Y lo que es todavía más de notar, ¿cómo es
posible que, á haber escrito ó copiado su
libro el Santo español del otro viejo que
vió en Monte Casino, lo escribiera ó copia–
ra varios años antes de que tuviera ocasión
de saber dquiera á qué parte del mundo
caía el célebre monasterio de aquel nombre?
Hubo de llegar á oídos del inventor de esta
fábula algún rumor de la verdadera ó su–
puesta procedencia del libro de Cayetano, y
confundió á Monte Casino con Monserrat,
y, ni más ni menos que el abate Phélipeaux,
dió por códice de un italiano desconocido
el libro del conocidísimo español García de
Cisneros, impreso unos ciento cincuenta
años antes que el de San Ignacio de Loyola.
Pero no bastó ni aun lo absurdo de tan
visible superchería para impedir que, á me–
diados, sobre todo, del siglo xvrrr, y aun
algún tiempo después, hombres que se te–
nían por doctos y sesudos se arrojaran á
estampar «con Licencia del Real Consej o»,
y alguna vez también con la «del Ordina–
rio», proposiciones como la siguiente, que
hallamos en la
Correspondenda de cinco
Cartas entre N. N. Eriedz'to Anti-:fesuíta,
y
N. N. Teólogo z'mparcial,
donde citándo–
se en el texto <rnn libro at ribuído á San Ig–
nacio», se pone en nota: «Libro de los
Exer–
cicios de
San
Ignacio,
cuyo original mas
antiguo que el santo se conserva en Monte
Casino, y del qual los críticos hacen Autor
á un Monge de San Benito, y no á San Ig–
nacio» (pág. 363).
Parecida á la de las «cineo Cartas» es la
correspondencia ent re el ministro D. Ma–
nuel de Roda y el Obispo de Barcelona, don
José Climent, que tenemos á la vista, y en
la que se discute también la cuestión de los
Exercicios.
Convienen ambos personajes en
que los atribuídos á San Ignacio son un
verdadero «plagio de los Jesuitas», con su
tal cual falsificación póstuma,
á
juicio de
D. Manuel. El cual, en carta de Aranjuez
y Mayo r 6 de
l
77
5,
escribe así
á
su digno
amigo: «La especie de los Exercicios de
S.n Ignacio que tocaba V.
I.
es ciertissirna,
pero dificil de convencer al vulgo, no tra–
tandose mui de proposito.... Era costumbre
de la Religion Benedictina hacerlos anual–
mente, y S.
1
ª
Gertrudis los hacia, y acon- .
/