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EXERCICÍOS SPIRITVALES DEL

B.

P. IGNACIO DE LOYOLA

435

Cierto que le hay; pero no es menos cierto

que no necesitaba salir de su tierra el señor

Peyron para escribir semejantes desatinos,

ni le hacían falta alforjas, como vulgarmen–

te se dice, para su

Nouveatt Voyage en Es–

pngne.

Aunque, si

á

novedades va, todavía era

más nuevo y sin comparación más curioso

el descubrimiento del abate Phélipeaux , se–

gún lo que de él nos cuenta el P. Watrigant

con referencia al

Diccionario

del famoso

Bayle. «En 1699 (dice), les J ánséni stes fi rent

une trouvaille tres curieuse: les Exercices

dataient de r

50

ans avant sai nt Ignace, on

en avait conservé le manuscrit au Mont–

Cassin. Voici comment l'abbé Phélipeaux

apprend cette no uvelle

a

ses amis: " Le lun–

di [el

5

de Mayo fué

martes]

5 mai (1699),

le lecteur de saint Cali xte me vint voir, et

me dit dans l'entretien , que les Exercices

spirituels que les Jés uites attribuaient

a

saint Ignace etoient un ouvrage d'un Bé-

' nédictin, qu'ils étoient dans !'archive du

Mont-Cassin d'une écriture 150 ans avant

la naissance de saint I g nace, que ce saint

étant retiré

a

Montserrat dans un de leur s

monasteres, un bénédictin lui

fit

transcrire

ces Exercices...." CeEte version tout

a

fait

originale du prétendu plagiat de saín t

Ignace fut adopté par Drouet dans son édi–

ti on de

_,'lforeri·

de 1739, et par Chaudon ,

dans son

l'olouveatt Dictionnaire hútoriqiee»

(págs. 40-41:

cfr.

Backer, m, 2316, y Som–

mervogel, v, 74).

En efecto: <(On prétend q ue cet ouvrage

[los

Exercicios

de San Ignacio

J

existoit

1

50

ans avant lui , dans la bibliotheque du

Mont Cassin , ou le saint Espagnol avoit

eu occasion de le voir», dice, si bien con

una nueva circunstancia algún t anto agra–

vante, el benedictino C ha udon en su mal

perg~ñado

y no poco sospechoso

Dictzon–

nuire

(1v, 582 de la 7.ª ed.). Pero

<~com­

ment concilier: cette assertion avec le si–

lence absolu qu'on a gardé sur la prétendue

ancienneté de cet ouvrage, dans le temps

ou le livre des

E xerczces

faisait tant de

bruit ?)>, añade oportunamente

á

continua–

ción el P. Feller en su arreglo del mismo

Dictt'onnaú·e'

con

el

tí tulo de

Bi'ographi'e

zmiverselle

(I\', 529; ed. de Lyon de 1860).

Y lo que es todavía más de notar, ¿cómo es

posible que, á haber escrito ó copiado su

libro el Santo español del otro viejo que

vió en Monte Casino, lo escribiera ó copia–

ra varios años antes de que tuviera ocasión

de saber dquiera á qué parte del mundo

caía el célebre monasterio de aquel nombre?

Hubo de llegar á oídos del inventor de esta

fábula algún rumor de la verdadera ó su–

puesta procedencia del libro de Cayetano, y

confundió á Monte Casino con Monserrat,

y, ni más ni menos que el abate Phélipeaux,

dió por códice de un italiano desconocido

el libro del conocidísimo español García de

Cisneros, impreso unos ciento cincuenta

años antes que el de San Ignacio de Loyola.

Pero no bastó ni aun lo absurdo de tan

visible superchería para impedir que, á me–

diados, sobre todo, del siglo xvrrr, y aun

algún tiempo después, hombres que se te–

nían por doctos y sesudos se arrojaran á

estampar «con Licencia del Real Consej o»,

y alguna vez también con la «del Ordina–

rio», proposiciones como la siguiente, que

hallamos en la

Correspondenda de cinco

Cartas entre N. N. Eriedz'to Anti-:fesuíta,

y

N. N. Teólogo z'mparcial,

donde citándo–

se en el texto <rnn libro at ribuído á San Ig–

nacio», se pone en nota: «Libro de los

Exer–

cicios de

San

Ignacio,

cuyo original mas

antiguo que el santo se conserva en Monte

Casino, y del qual los críticos hacen Autor

á un Monge de San Benito, y no á San Ig–

nacio» (pág. 363).

Parecida á la de las «cineo Cartas» es la

correspondencia ent re el ministro D. Ma–

nuel de Roda y el Obispo de Barcelona, don

José Climent, que tenemos á la vista, y en

la que se discute también la cuestión de los

Exercicios.

Convienen ambos personajes en

que los atribuídos á San Ignacio son un

verdadero «plagio de los Jesuitas», con su

tal cual falsificación póstuma,

á

juicio de

D. Manuel. El cual, en carta de Aranjuez

y Mayo r 6 de

l

77

5,

escribe así

á

su digno

amigo: «La especie de los Exercicios de

S.n Ignacio que tocaba V.

I.

es ciertissirna,

pero dificil de convencer al vulgo, no tra–

tandose mui de proposito.... Era costumbre

de la Religion Benedictina hacerlos anual–

mente, y S.

1

ª

Gertrudis los hacia, y acon- .

/