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LA SAGRADA BIBLIA

sobre eso aparecieron el año de 1899 , fir–

mados por el Sr. D. Julián Pereda, en la Re–

vista intitulada

La Voz Católt'ca de flila–

dnd

(r,

195-1 98, 2n-21 5). Llevan el expre–

sivo epígrafe de «Algunas dudas sobre el

verdadero traductor de la Biblia de Amat»;

y, para mayor solidez, van apoyadas en el

fundamento seguro de las varias noticias

que se hallan esparcidas por el

Diario

del

P. Luengo, íntimo amigo y confidente del

P. Petisco, y muy puntual en darnos cuenta,

así de lo trabajado por éste en la nueva tra·

ducción de Ja Biblia, de que ya nos hablaba

Caballero, como de lo ocurrido con ella en

la corle de Madrid, adonde, «para solicitar

su impresión» la presentó el desconocido

<~N.

N.», sobrino del traductor.

Las noticias tomadas del P. Luengo al–

canzan desde 9 de Diciembre de 1796 hasta

1

8

ele Junio de

l

807 ;y en ellas aparecen bien

visibles los temores que asaltaron al insigne

diarista, especialmente desde el momento en

que tuvo aviso de que la traducción se ha–

bía entregado para su examen

á

una <0unta

de revisores », nofnbrada al efecto por los

Ministros de Carlos IV, enemigos declara–

dos de la Compa1'iía, y compuesta de suje–

tos que los imitaban en sus odios y hostili–

dad á cuanto pudiera contribuir al buen

nombre de los desterrados á Italia.

«En tales manos ha caído la grandiosa

obra del P. José Petisco» , exclama aquí el

P. Lueng9, y prosigue á continuación:

«¿Cuál será el resultado? Dios lo sabe. Mas

si llega á ser favorable y se hace la impre–

sión

á

'expensas de la Real Hacienda, yo

confesaré humildemente que me he enga-

ñado y que el exito ha sobrepujado

á

mis

esperanzas. No teniendo la obra un hombre

de valer que Ja proteja y sí muchos autori–

zadísimos que se han de oponer por redun–

dar en crédito y gloria de la Compañía, será

un verdadero prodigio si se lleva

á

cabo su

impresión. El tiempo mostrará si soy pro–

feta falso ó verdadero». Así esc ribía el

P. Luengo

á

r8 de Junio de 1807, en el tes–

timonio más reciente que se cita de él en

La Voz Católica

(pág.

i98).

Pero hay todavía otro algo posterior y sin

comparación más importante, que vamos á

copiar del

Diario.

Describe el P. Luengo

con su habitual franqueza y libertad el es–

píritu de sistemática oposición que reina

entre los Ministros de la Corte de Madrid y

de la Inquisición española contra los expul–

sos· de Carlos

If!,

y prosigue luego así su

relación á 18 de Octubre de 1807 :- «En este

estado de la Inquisicion, y de todas las de–

más cosas en la Corte de Madrid, no es ma–

ravilla, que á pesar de todo el favor del

Monarca, haya sido abandonada la impre–

sion de la trad uccion ·de la Bi b

1

ia del

P.

0

Joseph Petisco. En efecto en.... cartas

de Madrid y de Barcelona ya se da por con·

cluido este negocio; y negada absoluta–

mente la facultad para imprimirla, aunque

el Rey mando absolutamente, que se im–

primiese.... Nada dicen de los motivos, ra–

zones, o vicios de la Obra, y verisimilmente

nunca los diran, y se contentaran con haver

triunfado , y haver logrado su intento. Yo

ya lo temía, y aun suponia, que se tomaria

esta resolucion, y para temerlo, y aun su–

ponerlo, me bastaba, el estar persuadido, a

que la traduccion esta bien hecha, y por

consiguiente su impresion, y publicacion en

España seria de algun honor para la extin–

guida Compañia de Jesus.... El joven mili–

tar, sobrino del traductor, que con poco co–

nocimiento del animo, y corazon de los

cortesanos para con los Jesuitas, emprendio

con tanto empeño la impresion de la obra

de su tia , no se havra descuidado de reco–

ger el original, para reservarle para mexor

tiempo, y sazon; y quien sabe, si lo havra

logrado, o si algun bribon le ocultara para

hazer su negocio en los

tiemp~s

adelante,

como le hizo , y mui grande, una persona

Eclesiastica, y que llego a empleo mui dis–

tinguido, con otra obra del mismo P.• Jo–

seph Petisco, impresa con su nombre pro–

prio sin consentimiento del dicho Padre.

O! si fuese posible saber, y notar todos los

que han aparecido authores con los traba–

xos de los Jesuitas! Quantos quedarían des–

poseidos de la honra, y titulo de authores,

y quanto creceria la fama, y credito de los

oprimidos Jesuitas!»(A. 1807, págs.446-47).

La «persona Eclesiastica » á quien se re–

fiere el P. Luengo, es D. José Gaya y Mu–

niain; y la obra que éste usurpó al P. Pe–

tisco para publicarla como suya, con su