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L SOLEDAD CHRISTIANA

291

á la rehabilitación del nombre y buena me–

moria de su verdadero autor.

No sabemos cuál fuera la respuesta del

P. General, ni cuál haya sido el paradero

del manuscrito. Éste, que en tiempo del

P. Cordón se conservaba en el Colegio Im–

perial, ósea, de San Isidro, de Madrid, hubo

de desaparecer cuando la caprichosa trasla–

ción de los códices de su archivo á Ja Biblio–

teca de las Cortes, realizada por sugestión

y conveniencias del ·inolvidable Gallardo.–

La respuesta de Roma se reduciría proba–

blemente, como en otro!; casos análogos, á

que, en vista de que se estaba acabando de

imprimir, después de la del P. Scio, una

segunda traducción de la Biblia, muy bien

recibida, como era la verdad, en España, no

convenía aventurarse á dar á luz otra ter–

cera que, al fin, no constaba qué aceptación

pudiera tener en el público por más que

hubiese quienes desearan y solicitaran su

impresión. Cuando no fuera ésta la razón

unica y verdadera porque se desistió de im–

primirla, pudo haber otra aun más efaaz:

conviene á saber, la que tuvo para recha–

zarla por los años de

I

07 la junta de los

severos censores de Madrid.

Ya vimos que, según ellos, había en la

traducción, no solamente «imperfecciones

de lenguaje:., sino también «varios defectos

substancia.les»; por lo que no podían resol–

verse á creer que fuera del «célebre huma–

nista P. Petisco». Lo mismo sucedía á To–

rres Amat, el cual, aun los años adelante,

en Ja

F e de erratas general

que dispuso

para Ja

I.ª

edición de

La Sagrada Bi'blia

y

juzgó deber reproducir en la

2.

11

,

manifes–

taba claramente el concepto que le merecía

el manuscrito presentado á la censu-ra. Men–

ciónalo hasta vei::ltidós veces, salvo error

de cuenta¡ y, si bien es verdad que le cita

siete de ellas con el nombre de «manuscrito

del P. Petisco» (págs. 84, 88

ter,

89

ter),

pero hasta doce veces le intitula «manus–

crito llamado de Petisco», ó del «P. Petisco»

(págs. 81, 82, 83, 84 bú, 85, 87

1

89, 91,

92

ter);

así como dos, «manuscrito anónimo

Jla~ado

de Petisco:., ó «del P. Petisco»

(págs. 76, 94), y una, «[traducció'n] manus–

crita anónima llamada de Petisco» (pág. 85

de la

2.•

ed.).

·

Posible es que en todo esto haya alguna

afectación¡ y que hubiera también alguna

exageración en los censores. Pero, real–

mente, nada tendría de extraño que al

P. Petisco se le hubiera pegado tal cual

italianismo en su larga estancia d'e más de

treinta años en Italia, y que se le escapa–

ran, en una obra tan extensa como la tra–

ducción de toda la Biblia, acompañada de

numerosas notas, varias inexactitudes que

pidieran el auxilio de una mano caritativa

que acudiese á su corrección y enmienda.

¿Faltaríales ésa el año 1824 á los Padres de

Madrid, insuficientes, según era escaso te–

davía su número, aun para las mfts precisas

atencione> y cuidados de su reciente esta–

blecimiento en España?

Como quiera, no nos cabe la menor duda

de que el manuscrito recomendado por el

P. Cordón, era el mismo que tan duramente

censuraron Torres Amat y sus compañeros;

el mismo que se había presentado á Car–

los

IV

«como obra del sal:>io jesuita P . Pe–

tisco ». Ésta permanece inédita, y engá–

ñanse los que, por falta de examen, la

confunden con la impresa de Torres Amat.

Expuesto así nuestro parecer en cuestión

tan delicada, sólo nos resta a:'iadir que sen–

timos no tener á mano la colección del

Ami de !a Re!igiou,

para verificar el texto

copiado de ella por Backer y Sommer–

vogel,

y

ver de camino si aparece en la

misma alguna retractación de lo afirmado

tan de ligero. Pues sospechamos que debe

de haberla. Pero, aun cuando no la haya,

creemos que bien pueden suplir su falta las

cláusulas que de uno de sus números halla–

mos traducidas en la biografía de Torres

Amat, inserta por Pastor Díaz y Cárdenas

en su

Gale1·ía de Espaííoles célebres

(t.

vm,

secc. v1, págs. 3-7, 9-10).

41 58.-La Soledad Christiana, en que

a la luz del Cielo .se .consideran las Eter–

nas Verdades, segun la idea de los Exer–

cicios Espirituales de mi Santo Padre Ig–

nacio, para los que dessean por ocho dias'

retirarse á ellos. Dispuesta Por el P. Igna–

cio Thomay, de la Compai}ia de Jesus.