L SOLEDAD CHRISTIANA
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á la rehabilitación del nombre y buena me–
moria de su verdadero autor.
No sabemos cuál fuera la respuesta del
P. General, ni cuál haya sido el paradero
del manuscrito. Éste, que en tiempo del
P. Cordón se conservaba en el Colegio Im–
perial, ósea, de San Isidro, de Madrid, hubo
de desaparecer cuando la caprichosa trasla–
ción de los códices de su archivo á Ja Biblio–
teca de las Cortes, realizada por sugestión
y conveniencias del ·inolvidable Gallardo.–
La respuesta de Roma se reduciría proba–
blemente, como en otro!; casos análogos, á
que, en vista de que se estaba acabando de
imprimir, después de la del P. Scio, una
segunda traducción de la Biblia, muy bien
recibida, como era la verdad, en España, no
convenía aventurarse á dar á luz otra ter–
cera que, al fin, no constaba qué aceptación
pudiera tener en el público por más que
hubiese quienes desearan y solicitaran su
impresión. Cuando no fuera ésta la razón
unica y verdadera porque se desistió de im–
primirla, pudo haber otra aun más efaaz:
conviene á saber, la que tuvo para recha–
zarla por los años de
I
07 la junta de los
severos censores de Madrid.
Ya vimos que, según ellos, había en la
traducción, no solamente «imperfecciones
de lenguaje:., sino también «varios defectos
substancia.les»; por lo que no podían resol–
verse á creer que fuera del «célebre huma–
nista P. Petisco». Lo mismo sucedía á To–
rres Amat, el cual, aun los años adelante,
en Ja
F e de erratas general
que dispuso
para Ja
I.ª
edición de
La Sagrada Bi'blia
y
juzgó deber reproducir en la
2.
11
,
manifes–
taba claramente el concepto que le merecía
el manuscrito presentado á la censu-ra. Men–
ciónalo hasta vei::ltidós veces, salvo error
de cuenta¡ y, si bien es verdad que le cita
siete de ellas con el nombre de «manuscrito
del P. Petisco» (págs. 84, 88
ter,
89
ter),
pero hasta doce veces le intitula «manus–
crito llamado de Petisco», ó del «P. Petisco»
(págs. 81, 82, 83, 84 bú, 85, 87
1
89, 91,
92
ter);
así como dos, «manuscrito anónimo
Jla~ado
de Petisco:., ó «del P. Petisco»
(págs. 76, 94), y una, «[traducció'n] manus–
crita anónima llamada de Petisco» (pág. 85
de la
2.•
ed.).
·
Posible es que en todo esto haya alguna
afectación¡ y que hubiera también alguna
exageración en los censores. Pero, real–
mente, nada tendría de extraño que al
P. Petisco se le hubiera pegado tal cual
italianismo en su larga estancia d'e más de
treinta años en Italia, y que se le escapa–
ran, en una obra tan extensa como la tra–
ducción de toda la Biblia, acompañada de
numerosas notas, varias inexactitudes que
pidieran el auxilio de una mano caritativa
que acudiese á su corrección y enmienda.
¿Faltaríales ésa el año 1824 á los Padres de
Madrid, insuficientes, según era escaso te–
davía su número, aun para las mfts precisas
atencione> y cuidados de su reciente esta–
blecimiento en España?
Como quiera, no nos cabe la menor duda
de que el manuscrito recomendado por el
P. Cordón, era el mismo que tan duramente
censuraron Torres Amat y sus compañeros;
el mismo que se había presentado á Car–
los
IV
«como obra del sal:>io jesuita P . Pe–
tisco ». Ésta permanece inédita, y engá–
ñanse los que, por falta de examen, la
confunden con la impresa de Torres Amat.
Expuesto así nuestro parecer en cuestión
tan delicada, sólo nos resta a:'iadir que sen–
timos no tener á mano la colección del
Ami de !a Re!igiou,
para verificar el texto
copiado de ella por Backer y Sommer–
vogel,
y
ver de camino si aparece en la
misma alguna retractación de lo afirmado
tan de ligero. Pues sospechamos que debe
de haberla. Pero, aun cuando no la haya,
creemos que bien pueden suplir su falta las
cláusulas que de uno de sus números halla–
mos traducidas en la biografía de Torres
Amat, inserta por Pastor Díaz y Cárdenas
en su
Gale1·ía de Espaííoles célebres
(t.
vm,
secc. v1, págs. 3-7, 9-10).
41 58.-La Soledad Christiana, en que
a la luz del Cielo .se .consideran las Eter–
nas Verdades, segun la idea de los Exer–
cicios Espirituales de mi Santo Padre Ig–
nacio, para los que dessean por ocho dias'
retirarse á ellos. Dispuesta Por el P. Igna–
cio Thomay, de la Compai}ia de Jesus.