LA SAGR DA BIBLIA
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nombre y dos apellidos en la portada, la de
«. Los Comentarios de CaJ'º Yulio Cesar....
»,
deque hablaremos algo más adelante.-¿Ca–
bría á su traducción de la Biblia la misma
suerte que á
Los Comentarios?
Ya se ve que
en el
Diario
es inútil buscar respuesta á esta
pregunta, pues había muerto su autor bas–
tante antes de cuando pudiera dárnosla.
Pero ello es que «no deja para algunos
de ser una coincidencia bien particular
(como observa el Sr. Pereda) que, por el
mismo tiempo precisamente en que se llevó
á Madrid y se presentó á Carlos
1
la obra
del P . Petisco, á un sobrino del Confesor
del R ey [á Don Felix Torres Amat], estu–
diante aristócrata, le ocurriera la misma
grandiosa idea de lle ·ar á cabo tan difícil
y trabajosa empresa » (pág. 214). Tampoco
parece que deja de serlo el que, confesando
el mismo Torres Amat haber tenido pre–
sente la dicha traducción y servídose no
poco de ella, trate de desautorizarla
á
ren·
glón seguido, llegando hasta
á
inrentar
para ese fin algún cuentecillo ridículo y
echando mano de cuantos argumento"s se
figuró que podían tener alguna fuerza para
hacer creer á las gentes que «la tal trad uc–
ción sólo ser vía para el
fuego~
(pág. 313).
Dígase lo mismo de .otras coincidencias que
expone el Sr. Pereda ,
y
de no pocas dudas
á que le lleva el proceder de Torres Amat,
y á las que no halla fácil salida si no se acude
á reconocer que hay en este negocio algo
que compromete á dicho Señor.-Pero no
pasa de ahí, ni fué su ánimo pasar más ade·
!ante. He aquí cómo termina su segundo
y
último artículo: «No queremos decir
co~
esto (Dios nos libre de pensar tal cosa) que
el Ilustrísimo Sr. D. F élix Torres Amat, al
publicar su Biblia, no hiciese otra cosa que
copiar ó plagiar al P. Petisco. Lo rechazan
su honradez, modestia
y
sabiduría. Preten·
demos solamente levantar el velo y descu·
brir al público algunas de las muchísimas
injusticias que con los infelices Jesuita co·
metieron durante el tiempo de su supre–
sion los Aranda, los Moñino, los Godoy
y
aquella turba de incrédulos
y
jansenistas»
(págs. 214-15).- Satisfecho puede estar, por
cierto, el Sr. Pereda,
y
seguro de haber ob–
tenido lo que pretendía.
Con esto bien podemos ya volver á Som·
mervogel ó, por mejor decir, al
Ami de la
Relig1011,
de quien procede, á lo que pode–
mos conjeturar, la opinión bastante co–
rriente de que Torres Amat publicó á su
nombre la traducción del P. Petisco.
Antes de exponer ingenuamente lo que
nos parece de ella, hemos de advertir dos
cosas. - La primera es que el redactor del
Ami'
anda tan atolondrado en llamar
M. T orres» al editor de
La atrrnda Bi–
blia,
y
Torres Amat á su tío, siendo no–
torio que el tío se llamaba «D. Félix Amat»,
y
D. Félix Torres Amal» su obrino y pre–
sunto usurpador, como poco exacto en su–
poner impresa la traducción por los años
de r _r
y
1822, cuando es también notorio
que no empezó
á
imprimirse hasta el de
r
2 . -
Lo segundq que nos cumple ad ver–
tir es que el
Ami·
de
la
Reh'g1'ou
no parece
que tuviera más fundamento para aventu–
rar su noticia que el misterioso párrafo de
Caballero, unido al rumor, que llegó tam–
bién
á
Francia, de haber desaparecido como
por encanto la traducción del P. Peti co,
después de haberla manejado Torres Amat.
Pero óigase ya lo que éste escribe á nues–
tro propósito en la
Tí'da
de su tío, el famoso
Arzobispo de
Palmira:-<~Á
poco tiempo
(dice) de estar en S. Ildefonso, supo [el
Sr. Amat] por el enlónces Inqui idor gene–
ral [D. Ramón José de Arce] que el reli–
gioso Monarca [D. Carlos IV] habia mani–
festado deseos de que se mejorase la version
castellana de la agrada Escritura, que....
babia publicado el P . Felipe cio.... De ór–
den de S. M. babia comenzado
á
entender
en esto el tribunal de la Inquisicion, segun
he sabido posteriormente.... de boca de mi
respetable amigo el Sr. D. Gabriel de He-
via.... Este venerable y dignísimo eclesias-
tico... ., al leer mi version de los Cantares
y
de los varios pasajes de Oséas, de Eze–
quiel &c. vino muy contento
á
darme la
enhorabuena·
y
con e te motivo me contó
lo que había ocurrido sobre la traduccion
del P . Scio. En la jornada que hizo la Corte
al sitio de S. Ildefonso en 1806, preguntó un
dia el Rey al Abad [D. Félix: Amat] si
po–
drían traducirse de otra manera que lo hizo
el P. Scio ciertas expresiones de S. Pablo