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HISTORIA DEL PUEBLO

231

(s. 4. hs.

p.

n.), 420 (s. 4 hs.

p.

n.), 459

(s. 4 hs.

p.

n.), 31-395 (s. 4

1

/,

hs.

p.

n.).

TT.

LOS

PP.

JosÉ

CALZADO

y

JERÓNIMO

BENA VENTE

(?) .

Reconociendo Hervás y confesando que

el

P. Antonio Espinosa «imprimio La his–

toria del pueblo de Dios escrita en frances

por el jesuita Isac Berruyer, y traducida en

español, enmendando en la traduccion al–

gunas cosas de la historia original»; que

«esta obra se reimprimio algunas veces

desde el año 1749 hasta el de 1756»,

y

que

«consta de

12

tomos en ,4to» (r,

50,

v.), cir–

cunstancias todas que se verifican en la

«Historia del Pueblo de Dios, desde su ori–

gen, hasta el Nacimiento del Mesías....», ó

sea la

Primera Parte

de toda la obra, nada

absolutamente dice de que imprimiera ni

tradujera esta

Segunda,

aunque salió tam–

bién á su nombre como la

Primera.

En cambio, afirma terminantemente que.

el P. José Calzado « imprimio Pueblo cris–

tiano, o

hi~toria

del pueblo de Dios desde

el nacimiento del Mesías hasta el fin de la

sinagoga, escrita en frances por Isac Ber–

ruyer jesuíta, y traducida en español &c.

Madrid vol. 4. en 8vo.» (r, 34). Lo cual, no

obstante la diferencia, así de los tomos como

de su tamaño (en que, sin duda ninguna, hay

yerro de pluma), parece deberse entender

de esta

Segunda Parte,

que propiamente

viene á ser una

Historia del Pueblo cns–

!t'ano.-Hácesenos tanto más probable esta

interpretación de sus palabras, cuanto que

ni el P. Berruyer escribió ninguna otra

obra á que puedan aplicarse el título

y

por–

menores que aquí se apuntan, ni carece de

explicación el que sólo se atribuyán al

P. Calzado cuatro de los seis volúmenes de

que se compone dicha

Histo1'ta/

pues consta

que el P. Jerónimo Benavente «tradujo del

frances al español algunos tomos de la his–

toria del pueblo cristiano publicada en Ma–

drid», como escribía su hermano el P. Mi–

guel en nota que nos conservó el mismo

Hervás (r,

20).

Verdad es que, según · Caballero,

«

Hie–

ronymi est interpretatio hispanica tom. 6

historire Berruyerii populi Christiani»

(Mss., núm.

20);

mas todos los indicios son

de que en esto no anduvo tan puntual y

exacto como Hervás, cualquiera que sea el

sentido que se dé á su abreviatura

<~tom.

6».

Pues bien fuera «tomi sexti

»

lo que en ella

nos quiso decir, ó bien « tomorum » ó

<~

to–

mis sex»: conviene á saber, que el P. Bena–

vente no tradujo más que el tomo sexto

y

último de la

Húton·a,

ó que es suya la tra–

ducción de los seis tomos, uno y otro está

en abierta contradicción con lo que nos de–

cía el P. Miguel, •á quien no podemos me–

nos de suponerle bien enterado de los tra–

bajos de su hermano.

Como quiera, todo conspira á asegurar–

nos que la traducción de esta

Segunda Parte

debe tenerse por seudónima, aunque hemos

de confesar que nada hallamos de extraño

en que, publicada la

Primera

con el nom–

bre de su verdadero traductor, saliese tam–

bién con el mismo la

Segtmda.

Sabido es

que la traducción de esta

Historia

se em–

prendió para la instrucción y enseñanza

principalmente de los alumnos del Real Se–

minario de Nobles de Madrid¡ y sabido tam–

bién, que el P. Espinosa fué por muchos

años Rector de dicho Seminario,

y

siguió

aun después siendo• su alma hasta el día

mismo del extrañamiento. Puede afirmarse

que nada se hacía en él sino bajo su direc–

ción y responsabilidad, así en lo guberna–

tivo como en lo literario: tal era la opi–

nión en que se le tenía, y tal la confianza

que inspiraba su prudencia

y

erudición.

Sólo su nombre era una prenda de seguri–

dad y acierto¡

y,

aunque no hubiera otras

razones, bastaba ésa para que se tomara la

determinación de poner bajo su amparo la

Segttnda Parte

de nuestra

Ht'sto1'ia,

como

si ya entonces se pensara en

ocurrí~

por ese

medio á las dificultades que habían de sus–

citarse apenas salida al público,

y

que ya ·se

preveían al comenzar

á

trad ucirla. Lo que

eri una

y

otra ocasión sabemos haber traba–

jado, es, sobre lo dicho, una muestra clara

de que, cuando no en lo material de la tra–

ducción, tuvo gran parte en el orden y dis–

posición de cómo debía hacerse : tanta, en

verdad, que por sólo ese concepto merecía

que en aquellas circunstancias se publicase