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XCII -

ou ol amor para con ol prójimo, en aquel amor com–

pasivo que está dispuesto

derramar la augre para

salvar al hermano; de este modo ol amor para con el

prójimo incluyo todas las virtnde mo\·ales. - Como la

fragancia do la rosa atrae, así las virtudes de María

encantan y hacen que la imitemos.

El r y David edificó en los muro que protegían

Jernsalón, torres que so elevaban sobre todos los

dom:í edificios do la ciudad. Desde lo alto de e -tas

torres se podía mirar todo el contorno y observar todos

los movimientos de los ejércitos enemigos. Pero, aun

miís que la otras, descollaba por sn altura considerable

la tone del laclo noroe te del monte Sión, la cual

recibió en tiempo de las Cruzada el nombre de 'cas–

tillo

6

torre de Da.vid''. La Igle ia aplica, pne , á

María la palabras del Cant. (4, 4): "Sicut tuni David,

collum tnum": así como la torre de David sobresalió

sobro todas la demá torres

y

edificios de Jerusalén,

a. í la Madre de Dios es mayor en dignidad

y

antidad

que todos lo iíugeles

y

santos. Y como por las ob-

. servacioues hecha desde esta torre se podia tomar

medidas para la defensa contra el enemigo ; a í Maria,

nuestra Madre espiritual, nos hace prudente

y

circuns–

pecto en el combate contra los enemigos del alma.

Los antiguos tuvieron el marfil, nmini trado por

lo do grandes dientes del elefante, en igual estima–

ción que el oro

y

la plata, á can a de u blancura

re plandeciente y de u firmeza y olidez; por esto les

ha ido símbolo de fortaleza. María, pues, re plandece

en inocencia

y

pureza;

y

e aquella mujer fuerte que