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ou ol amor para con ol prójimo, en aquel amor com–
pasivo que está dispuesto
<Í
derramar la augre para
salvar al hermano; de este modo ol amor para con el
prójimo incluyo todas las virtnde mo\·ales. - Como la
fragancia do la rosa atrae, así las virtudes de María
encantan y hacen que la imitemos.
El r y David edificó en los muro que protegían
<Í
Jernsalón, torres que so elevaban sobre todos los
dom:í edificios do la ciudad. Desde lo alto de e -tas
torres se podía mirar todo el contorno y observar todos
los movimientos de los ejércitos enemigos. Pero, aun
miís que la otras, descollaba por sn altura considerable
la tone del laclo noroe te del monte Sión, la cual
recibió en tiempo de las Cruzada el nombre de 'cas–
tillo
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torre de Da.vid''. La Igle ia aplica, pne , á
María la palabras del Cant. (4, 4): "Sicut tuni David,
collum tnum": así como la torre de David sobresalió
sobro todas la demá torres
y
edificios de Jerusalén,
a. í la Madre de Dios es mayor en dignidad
y
antidad
que todos lo iíugeles
y
santos. Y como por las ob-
. servacioues hecha desde esta torre se podia tomar
medidas para la defensa contra el enemigo ; a í Maria,
nuestra Madre espiritual, nos hace prudente
y
circuns–
pecto en el combate contra los enemigos del alma.
Los antiguos tuvieron el marfil, nmini trado por
lo do grandes dientes del elefante, en igual estima–
ción que el oro
y
la plata, á can a de u blancura
re plandeciente y de u firmeza y olidez; por esto les
ha ido símbolo de fortaleza. María, pues, re plandece
en inocencia
y
pureza;
y
e aquella mujer fuerte que