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Aseguramos, en fin , que el mnco objeto del
Va.clemécnm es glorificar
á
Dios
y
salvar
á
las
almas.
En verdad,- si hemos dicho nna que otra pala–
bra dura, ha sido por el fin expresado. "Me parece
que, con
la
ayuda de Dios, he cumplido en esta obra
con mi deber. Los que piensan que falta algo cn ella,
ó los que creen que hay demasiado, perdónenme ; mas
quienes juzgan que la obra es suficiente, no me felici–
ten
1t
mí, sino que conmigo den gracias
á
Dios."
1
"Por
tanto, al Rey de los siglos inmortal, invisible, al solo
y único Dios sea dada la honra y la gloria por siem–
pre jamás. Amén." (I 'rim.
1, 17.)
Agradecernos al Rev. Padre 1'eodoro Reul, Superior
del Seminario Mayor, quien, con us va tos conocimien–
tos teológicos, no ha ayudado
á
resolver mucha difi–
cultades teóricas con las cuales hemos tropezado en la
redacción de la presente obra. Asimismo damos gracia
al Se1ior Raimundo Torres, Vieario foráneo de Lataenuga,
que, con su experiencia adquirida en el ministerio, nos
ha servido como de guía en las cuestiones práctica .
Quito,
en la fiesta de la Natividad de ) a
Santísima Virgen María,
1901.
1
S.
A.UGUSTINl'S,
De Civitate Dei
l.
XXIl, c. 30, n. 6:
·' Videor mihi debitum buius ingentis Operis, adiuvante Domino,
rccldidisse. Quibus parum, ve! quibus ni111ium e t, mihi igno–
scant, quibus autcm satis est, non mibi, sed Deo mecum gra–
tias congratulantes agant. Amen."