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fe,
principalmente sobre la presencia real de Jesucristo
en el Santísimo Sacramento. El Origen de esta cos–
tnmbre hemos iudicacfo ya arriba.
¿Pnéclese
conti–
nuarla, aunque el Rit. Rom. que, de de el
!"
Conc. Quit.,
es obligatorio, no dice nada de este rito, pues lo tiene
tau sólo el Manual 'l'oledano? La costumbre de que e
trata, es eu sí muy laudable, porque el enfermo
profes<~
su fe en el paso más importante que da de la vida
presente
á.
la eterna,
y
como al principio del curso de
sn vida hizo los votos bauti males, así los renueva so–
lemnemente al fin de su carrera. .Aunque el Rit. Rom.
no dice nada de nuestra costumbre, el Cror. Epi c.,
l. ll, c. 38,
u.
3, prescribe que el Obi po enfermo, an–
tes de recibir el Vi<ítico, baga profe i6n de la
fe
cató–
lica. Luego la profesión de fe de eglares, antes de
recibir el Vi:Hico, es más bien conforme
:i
las rúbrica
que contra ellas. .Así es que uo cabe duda que se
puede continuar dicha costumbre, aunque no hay pre -
cripción e tricta de observarla; sin embargo para el
.bien e piritual del enfermo y la edifica ·i6n de lo asis–
tentes, conviene exigir esta coufe iún de fe.
Según el Man. 'f ol. tiene el sacerdote la sagrada
Forma en los dedos de la mano derecha, cuando pre–
gunta: "¿Y que e to que tengo en mi manos es el
verdadero cuerpo de nuestro eiior Je ncri to?" Pre–
guub1r tenieudo
la
agrada llo tia en Ja mano, esto í,
no parece c1• contra el u o romano. l or e to hemos
redactado la pregunta re pectiva de
un~
manera que
s¡1pone que la agrada Ho tia se queda en la píxide
j
ha ta el "Ecce Agnus Dei".
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