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D. JOAQUIN DE LA PEZUELA.
dao las cabezas de dos vecinos,
á
los que califica_,
ron de furiosos godos. Liso jeado con algunas pe–
queña ventajas
y
con su creciente tropa, pidió el
jefe patriota
á
San Martin armas y autorizacion
para formar batallones regulares, que esperaba ins–
truir perfectamente en cuatro dias. Sus osados pro- .
yectos se aplazaron al saber, que Arenales estaba del
otro lado de la cordillera, hahiendo acudido al 11a–
mamiento de una division libertadora, que recla–
maba su pronto socorro.
El caudillo libertador queria empre'nder opera–
ciones más decisivas. Por mucho ·tiempo abrigó la
esperanza de apoderarse de las fortalezas del Ca–
llao , que pretendidos conspiradores ofrecían poner
en sus manos. El coronel Santalla, español de na–
cimiento , cuyas fuerzas hercúleas le permitian ar–
rojar un hombre con una mano, como si
fu~ra
una
pelota , codicioso
y
jugador des.enfrenado, habien–
do hecho cierta noche una gran ·pérdida en el jue–
go, recibió del Dr. Urquiaga la prómesa de 200.000
pesos y de una renta
vitalicia~
si entregaba los
castillos
á.
los patriotas. Despues ' de haber re.flexio–
nado sol re la facilidad, que tendria de sacarles
mucho dinero embaucándolos, como buen zurci–
dor de m ntiras, los engañó con artificiosos planes,
y
tomó por su cómplice al teniente coronel Corti–
nes, natural de Caracas, que tal yez no procedia
de tan mala fe, pero que tampoco hizo gran cosa.
Ya
pe~ian
fondos para comprar clavos con que in-