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D. JOAQUIN DE LA PEZUELA.
fueron para ellos, como la inscripcion fatídica inter–
pretada por Daniel en el
t
~tin
de Baltasar. Su des.-
. consuelo se acrecentó al contestar Pezuela
á
los que
iban
á
festejarle, que hallándose el enemigo al
frente, sería mejor pensar en derrotarle,
y
despues
alegrarse bien. La alegría
y
confianza no pudieron
renacer entre ellos, aunque el dia 15 se promulgó
el Código poHt.ico con la mayor solemnidad, levan–
tándo en las plazas tablados entapizados, tocando
música en las calles
y
cafés, tendiéndose las tro–
pas por la carrera , saliendo las corporaciones con
lujoso aparato, haciendo la promulgacion en pre–
sencia de las autoridades superiores,
y
colocando la
lápida constitucional en la puerta del Consulado,
con buenas decoraciones
y
abundancia de luce·. Lo
que parecia gozo en los semblantes, ocultaba el
luto en los corazones; no se oian los animados vi–
vas, que alientan la esperanza,
y
entre los partida–
rios del Rey
y
su representante reinaba la mayor
desconfianza. Pezuela se
hall~ba
en una falsa posi–
.cion, como absolutista y rodeado de enemigos
6
ti–
bios defensores. La mayoría de los realistas dudaba
de su capacidad,
y
los,más influyentes hacían com–
paraciones desfavorables con el general La.serna,
del partido liberal
y
de superiores talentos milita–
res, que, habiendo renunciado el cargo de general
en jefe por serios desacuerdos con el Virey,
y
acep–
tada en España su renuncia, se hallaba 'detenido en
Lima por influencia de sus amigos.