D.
JOAQUIN DE
LA
PEZUELA.
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efecto, á principios de 1820 se .hallaban acampados
en las inmediaciones
d~
Cádiz 20.000 soldados con
destino
á
la América.
y
sólo se detenía la salida de
tan respetable expedicion por la extrema penuria
del Tes<iro. Aquella detencion permitió poner en
juego la actividad de las sociedades secretas , que
difandian las doctrinas revolucionarias. El Conde
de ,Abisbal, que era el caudíllo militar, prometia
. favorecerlas, reconociendo la independencia de
América
y
proclamando en España la Constitucion
del año
12
~
probablemente sólo afectaba estas opi–
niones para comprimir oportuna.mente el alzai;riien·
to, aprehendiendo
á
los conjurados el dia en que de–
bia estallar. Con su perfidia no logr0 sino aplazarla,
y que caudillos subalternos, como Riego y Quiro–
ga, se pusieran
á
la cabeza. El motín militar, que
éstos dirigían , poco feliz en los principios, pero se–
cundado despues en otros puntos de la península,
determinó la revolucion de 1820;
y
desde entónces
nada tuvieron que tem'er los americanos de las fuer–
zas peninsulares, sea porque algunos amigos de la
Constitucion, consecuentes con sus principios, tra–
bajáran para hacerlos pr_evalecer en todas partes,
sea por los embarazos interiores con que los demas
luchaban,
á
causa de la difícil reo1·ganizacion de
la España,
y
de la amenazadora reaccion absolu–
tista.
Entre tales aprestos y revue1tas , los patriotas
del Perú atravesaban con ansiedad una situacion