EL MARQUÉB
DE
AVIVÉS.· .
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noche , sin sujecion
á
regla alguna, ni el menor
I
órden en las menoscabadas rerttas. El Virey logró
al fin la intentada reforri , con el apoyo del Arzo–
bispo La Reguera, quien sobrevivió pocos meses.
Este digno prelado, los <lemas obispos del Perú y
los cabildos en sede vacante, desplegando en los
asuntos escabrosos tanta moderacion, como pruden–
cia, precavieron los ruidosos alternados, que en
otro tiempo desprestigiaban
á
ambos poderes , tan
apurados al presente para conservar la veneracion
de lo pueblos. Los curas daban ménos en que en–
tender, porque ya no podían ser separados por con–
cordia. ni ser coadjutorados sin algunos requisitos,
ni cambiar u doctrinas por otros beneficios. La
Inquisicion dió por última vez el triste espectáculo
de un auto, condenando, no
á
la hoguera, sino
á
diversas pena ,
á
varios reo , acusados de hechice–
rías y de otro delitos reservados al Santo Oficio.
Los terrore supersticioso se despertaron pasajera–
mente n la ignorante muchedumbre,
á
causa de
haberse oido, con el cielo siempre sereno de Lima,
Biete
ú
ocho truenos. La enseñanza de las ciencias
n-;tUra0daba ya otra
i~eas
.á
la juventud estu–
diosa· aunque la Universidad tenía todavía desier–
t·
u cátedra , ofrecía mayores señales de vida
con lo frecuent s exámenes y tésis , que en ella
presentaban los alumnos del
convictorio~
su claus–
tro lle-\
6
mal, que el Marqués no se hubiese hecho
r cibir como la m yor parte de sus antecesor , si
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