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do, por otra parte, ser imposible su vuelta, no lo po–
día acabar de creer, y para saber si era cierto hizo un
mensajero al Inga para que se informase disimulada–
mente de la verdad, con una carta en que le decía que
no diese lugar a mayores daños,
~
que lo pasado fue–
se pasado, que se viniese al Cuzcó con seguro de su
persona y de los demás que consigo trujese, y que en
nombre de V.
M.
le perdonaba. El indio fué con esta
carta, y al tiempo que llegó a Tambo, donde el Inga es–
taba, eran venidos a él tres españoles mensajeros del
adelantado D.
D~ego
de Almagro, con una carta su–
ya en que le hacía saber como era venido y quedaba en
Urcos, un pueblo cerca desta ciudad, que le r ogaba se vi–
niese adonde le par sciese,
y
se juntasen para dar orden
y
manera a que lo pasado se perdonas·e y V.
M.
no fue–
·e más deservido.
Aquel día y otro siguiente tuvo el Inga consigo los
españoles mensajer os, mostrándoles mucho contentamien–
to, jugando
y
regocijándose con ellos, y díjoles como es–
taba allí un indio de Hernando Pizarro que le traía una
carta, y que estaba determinado de mandalle matar, que
si a ellos les
~)are
cía bien que lo mandaría hacer. Ellos
le respondieron que sería bien hecho; y decíanlo por com–
placelle porque tenían muy gr ande deseo que se viesen
él y el Adelantad'O. ·Ya estaban bien arrepentidos los es–
pañoles de e tar en su poder, porque cuando vinieron se
había derrocado una pu rta por dond e entrasen,
y
ya
la habían tornado a cerrar
y
habían puesto gente de
o-uar<la n lla. El Inga e entró en una cámara con
su., c_apitan s, dond e con ultó mucho sobre lo que ha–
ría
el
ello ; uno eran de parecer que lo mata en,
y
otros
que no,
y
al fin se acordó que lo deja en ir y que res–
pondie e a la arta del Adelantado;
y
a í lo hizo,
y
e
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