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cosas que bien dada a entender y mostraba el valor de
su persona, y con lo mucho q'.le hizo, ayudándole lo de–
más, que eran nueve de a caballo, se ostuvieron ha ta
que llegaron los otro nueve de caballo que iba a bus–
car, y Hernando Pizarro con los echo, el cual, como vió
a su hermano con tanta necesidad,' métese por el escua–
drón de los enemigos con tanto denuedo, que no le pu–
dieron sufrir y vuelven las e paldas rehaciéndo e en una
sierra, adonde, por ser la tierra muy mala y estar los ca–
ballos muy fatigados, los dejai,on y se volvieron a la
ciudad.
Considerando Hernando
Piz~rro
el peligro en que es–
taban, por er tan pocos y tener tan cerca tanto nú–
mero de enemigos, allende de lo que cada día venían
y aún los demás que habían de venir, e taba en aque–
lla misma n oche muy congojado, porque ninguna nue–
va tenía el Capitán que había enviado por ba timento ,
y pensando mucho en ello, teniendo por gran inconve–
niente esperar a .ser otro d1a cercado , pues forzado ha–
bía de ser conoscida de los enemigo la falta de gente
y caballos que tenían, paresciéndole que 1
princip~l
re-
-medio consistía en acometer los indios aquella noche,
porque en aquella junta estaban todo los principale cau–
dillos y gente más escogida del Inga, dijo a Gonzalo Pi–
zarro:
"La ciudad e tá en p ligro más que nunca e tu–
vo, porque si somos cercados otra vez no tenemo ca–
ballo para pelear de un día arriba, y ya que pudié–
semo , no podemos defender que no no cojan
~l
maíz
que tenemos sembrado, lo cnal sería grandísima falta
y
no metería en mucha más necesidad,
y
no e puede
excu ar que esta noche volvan:.os a dar en la junta que
dejamos, aunque se nos haga trabajo por lo mucho que