auia n hecho en la villa, que la r educieron al serui–
cio de Su Mages tad. El G ene ral supo por relacion,
a unque fa lsa, que Alonso de Toro lle uau a contra
e l mas de quini entos hombr es y que entr e ellos
auia mas de dos cientos
y
cinquenta a rcabuz e ro
qu e eran la fl o1· de toda la tierra, por ser soldados
viejos, y qu e yuan todos ellos mu y bien armados
y sobre todo mu y g anosos de dar la batalla. Por
esta nueua que e l General supo no los quiso
aguardar, a ntes pla ticand0lo con s us capitanes
les dixo que no e ra bie n pone r en a uentura e l
n egocio sobre dar la batalla a su e ne migos , por–
que no sab ia como les a ui a de s usceder en ella
por ser ellos pocos y los contrarios muchos. Y
qu e s i por ven tur a a ellos no les suscedia bie n
la empresa, que cobrarian animo los que egui an
el vando de Gon<;:alo Pi <;:arro ,
y
los qu e a l pre–
sente andauan fuera de s u
eruicio, que luego
de mayaría n y
e pornian en sus manos por–
que no los mata sen, como ya lo a ui a n hecho
de otros muchos. Y tambien que era mejor que
Su Mages tad tuuie
e a lgunos caua lleros en la
tierr a en forma de exe r cito para r e frenar las
crueldades y robos y la g 1·an sobe rui a de los tira–
nos , que p a r a qu a lquiera cosa que suscediesse a
los leales ha llassen luego abierta la puerta adon–
de acoger se; de ma nera que por estas razones no
los quiso ;i.guardar para dalles la batalla. Todas
e ta cosas
y
otra las comunico primero con sus
capitanes y regimiento de la villa para que le die-
en en el ca so su pare cer, y viendo ellos ser
bien acertado se conformaron con e l, diziendole